miércoles, 18 de septiembre de 2013

Historia original: Steal me this pain.

Historia original.
Géneros:
 Drama psicológico, angustia, tragedia y romance.

Advertencias: Muerte de un personaje, violencia, palabras mal sonantes y gore.
No recomendado para menores de 16 años.
Escrito en
: -

Finalizada: Sí.
Rectificada: -

Nota 1: Esta historia la empece hace mucho y creo que ahora ya la puedo dar por finalizada a pesar de que no he quedado tan satisfecha como quería. La iré retocando y tal vez la seguiré en un futuro. Tengo que aclarar que los asteriscos son cambios de escenas o tiempo y disculpen por alguna falta o expresión errónea pero ya me canse de revisar una y otra vez. Y espero que no sea demasiado exagerado y que os guste.

Gracias de antemano.



Murmullos lo despertaron de un turbulento sueño. Solo podía ver el techo y una sombra negra que lo tapaba.

Se movía pero sus piernas no andaban ni sentía nada bajo las plantas de sus pies.

El olor que desprendía aquel lugar era desagradable, a desinfectante y a la vez enfermedad.

Escuchaba murmullos. A pesar de que le hacían sentir angustia e incomodidad no le importaban. El dolor lo hacía todo llano.

Nunca más quería sentir algo que no fuera esa sensación tan horrible que golpeaba y empujaba su cuerpo hacia las profundidades del infierno.

De repente lo tomaron por los brazos. Tensó su cuerpo y gruñó como un animal salvaje al roce de la cautividad.
Los sacudió haciéndole perder casi el equilibrio.

–Tranquilo, chico.- Dijo uno de ellos.

Sus agarres eran fuertes pero su ansiedad lo era más.

-¡Mnnn!- Siguió gruñendo, no quería hablar, tampoco podía, sus labios estaban hinchados y cosidos, le dolían.

Desesperado por la libertad, el chico los azotó con sus brazos.

-¡Mhhh!- Siguió gritando con la boca cerrada al ser aplastado contra algo duro. Le ataron de brazos y piernas y enseguida le clavaron algo en el brazo. Empezó a jadear y su ojo bueno se volvió loco. Pudo ver sus rostros mirándole aunque no quiso apreciar cuáles eran sus reacciones. No quería nada de nadie. No merecía nada de nadie. Y con esos pensamientos durmió bajo los efectos de un sedante.

-Pobre chico, está destrozado.- Continuó diciendo el primer hombre.

–¿Pero qué dices? A matado a toda su familia. ¡Es un puto loco!- Chasqueó con la lengua el otro, mirándolo con algo de desprecio al primero.

–No sabes en que estado se encontraba. Me han contado que en la interrogación de los vecinos dijeron que sus padres estaban todo el día peleándose y armando jaleo. Aparte de que se ve que algo no estaba bien en ellos…- Le intentó excusar.

–Pero eso no es motivo, este chico confesó que lo había hecho con total conciencia de ello, no entiendo que mierdas hace en un hospital, tendría que estar en la cárcel.-

Sus ojos llenos de rabia miraban al chico. No se podía quitar de la cabeza la imagen de esa niña muerta, hermana pequeña del susodicho. El otro no dijo nada mas. Solo sabia que le daba mucha pena.

Después de aquella pequeña conversación dejaron el trabajo por finalizado. Salieron de la habitación y dejaron solo al chico, llevándose con ellos la silla de ruedas con la cual lo habían transportado.

***

Cuando el silencio reinó en la habitación y solo la pausada respiración del enfermo resonaba en las blancas paredes solo bastaron unos segundos antes de que la puerta del baño se abriera. Un enfermero salió de ella. Era joven, de rasgos bastante finos. Su pelo era del color trigo y sus ojos del de la miel. Su corazón aún latía con ansiedad.
Casi lo habían pillado haciendo aquello que tanto le avergonzaba. Le gustaba, no lo podía evitar. Robar le hacía sentir bien. Se guardo en el bolsillo los objetos que había cojido y luego, por pura curiosidad se acercó a la cama.

Su estómago se removió débilmente y sus ojos se dilataron. No pudo evitar sorprenderse al ver el aspecto de aquel muchacho. Tres grandes cortes atravesaban su cara, uno había partido por la mitad su ojo y el otro poco le había faltado. El tercero dividía diagonalmente parte de sus labios. Lo habían cosido como habían podido, tampoco tenían orden de dejarlo estético. El ojo que había sido reventado estaba tapado con una gasa, aguantada con unas vendas que le rodeaban la cabeza. Su pelo era muy corto y oscuro y si piel muy pálida, aunque alrededor de su ojo se podía apreciar tonos oscuros y amarillentos, seguramente por falta de sueño.

No podía apartar sus ojos de él. No debía de tener más de 20 años.
¿Por qué había llegado a esos extremos? Había podido escuchar la conversación anterior. Su mente se había imaginado un hombre totalmente distinto al que estaba durmiendo en la cama.

Después de aquello salió de la habitación. Casi se le había olvidado que aun tenia trabajo que hacer.

***

Una silla repicó contra el suelo, seguida de un desagradable grito. El chico siguió haciendo sus abdominales, tal vez más a prisa que antes, forzándose, marcando arrugas en su rostro y frente.
Sudaba a mares. El estómago le dolía, lo sentía duro, húmedo y caliente. Todo eso se debía a que estaba nervioso. Los gritos procedentes de la planta inferior lo estaban volviendo loco. Sus padres habían comenzado a discutir. Una situación como esa no debería ser un problema pero para él suponía muchos dolores de cabeza y preocupaciones. No podía parar de dar vueltas y preguntarse el porqué de toda aquella mierda.

-¡La madre que te pario!-

Las sillas siguieron rozándose con rudeza contra el suelo hasta que un momentáneo silencio dio paso a un gritó, esta vez de mujer. Gritaba de dolor, aunque tal vez gritaba mas que nada para llamar la atención de los que tenía a su alrededor.

Y no lo pudo aguantar más. Era imposible que se quedará de brazos cruzados cuando sus padres se estaban matando en el piso de abajo. Bajó rápidamente las escaleras hasta encontrarse con la terrible escena. Su padre tiraba del pelo de su madre y ella gritaba de una forma que cualquier persona se podría volver loca de angustia y la hija pequeña intentaba separarlos. No sabia que hacer, cómo parar aquello sin romperlo todo. Sin romperse a sí mismo.

–Ya es suficiente.- Intento decir sin perder los nervios.

Ahora era la madre quien golpeaba al padre y la hija con ella.

¿Qué debía hacer para parar aquello? Un montón de cosas e ideas pasaban por su mente pero todas ya las había dado a cabo. Por muy radicales que fueran nunca servían. Lo sabía muy bien porque en las cabezas de sus padres no había nada más que odio y rencor hacia el otro. No podían ver nada mas, a pesar de que lo tuvieran delante o los estuviera sacudiendo entre gritos y llantos.

-¡¿Por qué me hacéis esto!?- Gritó inundado en lágrimas.

Tiro de su pelo aunque no sirvió de nada. Gritó y se abalanzó contra la pared, dándose horribles golpes.

–¡No puedo mas!- Siguió gritando.

Su hermana pequeña se había acercado a él, intentándolo pararlo, llorando al verlo en ese estado pero nada hacía cambiar de opinión a sus padres que en ese momento empezaron a golpearse porque su hijo se estaba autolesionado.

No les importaba causarle dolor. Se quedó mirándolos unos segundos, sintiendo su corazón enloquecer.

Fue a la cocina en silencio y tomó el cuchillo más afilado que encontró.

–No aguanto mas esta mierda…- Repitió.

Lo empuñó hacia él mismo, en el centro de su estómago, pero no podía. Era un gran cobarde.

No podía pararlos, no podía denunciarlos, no podía hacer nada, ni incluso suicidarse por el miedo.

Y esos gritos y llantos seguían. Inspiró profundamente para sacar el aire en una frustrada y rota risa. Miró como aun seguían comportándose como bestias. Pero lo peor de todo era ver como su hermana lloraba desconsoladamente, totalmente perdida mirando a sus padres.

–¡BASTA!- Se abalanzó nuevamente contra ellos dejando a cada paso que daba su vida, su inocencia y todo lo que tenía y sus manos se llenaban de gotas calientes y espesas. Esos gritos y esas miradas le rompían la cordura, el sentido de la vida y todo lo que una vez había sido dejando envuelto en pisadas de sangre y manchas en las paredes.

“Nunca más. Nadie, va dañarme.”

El cuchillo se deslizó suave y a la vez duro dentro de la casa de la casa del alma dejándola escapar con rapidez por esas grietas, como el aire en un neumático al ser reventado. Ni la voz ni la fuerza servían de nada para pararlo. Ni tampoco las lágrimas de sus propios ojos. Ni incluso esa pequeña voz ni manos que temblaban y gritaban.

“Nadie mas te va  dañar...así estarás mejor.”

Pensó mientras dejaba el pequeño e inerte cuerpo en el suelo.

Después de eso solo había dolor y más dolor, el color rojo y el teléfono comunicando en el suelo.

Abrió los ojos desorbitadamente y gritó. Sus ojos derramaron lágrimas pues el hilo que unía sus labios tiro de la tierna y viva carne. Se agitó unos segundos, frustrado y adolorido. Miró a todos lados. Estaba desorientado.

Poco en poco fue recordando como lo habían llevado a un hospital y atado en una cama. Jadeaba y seguía lagrimeando, intentando parar.

Enseguida llegaron un par de enfermeras.

-Tranquilícese, intente relajarse, respire hondo.- Iba diciendo una de ellas mientras le inyectaba otro tranquilizante en el suero, el cual lo mantendría relajado pero despierto.

El moreno tragó duro sintiendo como su cuerpo iba llenándose de un hormigueo y sus articulaciones se tiraban hasta quedar totalmente muertas. Le parecieron de gelatina.

A pesar de que en su interior hubiera una auténtica guerra y estuviera desbocado por ese sueño y ese recuerdo revivido no podía decir “lo siento” porque aún no sabía lo que sentía. Todo era muy confuso. Había sido cegado por la rabia y la locura y sobre todo por el dolor y el miedo a ser aún más dañado. Había reaccionado de la manera más primitiva posible. Golpeó hasta la muerte el foco del dolor.


***

Hubiera deseado dormir más pero tuvo miedo de ver de nuevo los ojos aguados de su hermana tirada en el suelo o sentir en sus manos la sensación de cortar carne.

***

-Gabriel, sabes perfectamente que este paciente te toca a ti. ¿Dónde estabas?- Dijo una de las enfermeras mientras salía de la habitación.

-Perdón, estaba en el baño.- Rió algo coquetamente mientras miraba a la chica, la cual puso sus manos en su cintura, tomando una pose de regaño.

A las enfermeras de ese lugar les daba miedo tener que atender a pacientes peligrosos, con conductas agresivas o algo extrañas, al fin y al cabo aun estaban de prácticas. Sin más, el mencionado fue a la habitación.

-Que bien que te hayas despertado. Así podré presentarme. Yo soy Gabriel y cuidaré de ti.- Le contó mientras le dedicaba una sonrisa.

El enfermero en sus adentros se había estremecido. Sus ojos eran como el agua del mar.

El moreno, en cambio, no cambió su expresión, ni le fijó la mirada. No aceptaría contacto de ningún tipo. No se merecía el contacto de nadie ni tampoco lo quería porque en el fondo estaba aterrado. Si le dañaban estaba seguro de que sería capaz de volver a hacerlo.

-Vaya…-Suspiró mientras miraba su ficha.
-Bueno Max, de aquí media hora te traeré la comida.- Le tuteo después de averiguar su nombre.

Después de aquello se fue, dejándolo nuevamente solo.

Al final los tranquilizantes terminaron por hacer efecto y su cuerpo y mente se pintaron de las paredes de aquella habitación. Le sumergieron en un profundo sueño.


***

“El juicio” Había asistido en un juicio antes de llegar. El “lo siento” del abogado de oficio que le habían adjudicado como a cualquier delincuente le aclaró que había perdido. Lo habían declarado culpable.
A pesar de que tenía 17 años iba a ir a la cárcel, pues en un mes cumplía los 18. Ese mes lo iba a  pasar en el hospital psiquiátrico, donde lo mantendrían vigilado y también así podría recuperarse de sus heridas. La sentencia había sido de 40 años de cárcel por asesinato múltiple y dependiendo de su comportamiento y estado mental acabaría en un psiquiátrico o libre.
“¿Tan poco?” Pensó en sus adentros. No deseaba ningún tipo de libertad. Solo quería estar encerrado y así tener por seguro que nadie se le acercaría ni le harían daño, ni a la inversa.

***

-La comida está aquí.- Dijo el chico.

Sin darse cuenta había pasado esa hora. Sujeta en sus manos estaba una bandeja de acero, la cual deposito a la mesita con ruedas habitual de cada habitación. Para terminar llevo ese conjunto cerca del chico.
Le subió la cama. Su expresión seguía siendo la misma. Neutral, fría y desgarrada por el dolor, pero eso no le importó al enfermero. Abrió la bandeja mostrándole lo que tenía para comer. Se trataba de un puré muy espeso de patatas y carne de pollo hervida muy picada.

Tenía cortes en sus labios pero podía comer por el lado sin heridas. No podía tomar muchos líquidos, pues incluso el cuchillo con el que se había cortado había rasguñado la encía, la cual también traía algún que otro punto. Max ni se interesó en mirar aquellos alimentos. Tenía un nudo en el estómago.

–Debes comer, aunque sea solo un poco. Tal vez te duela pero si comes te ayudará a recuperarte antes.-

Le habían dado órdenes de que no debía ser desatado con lo que él debía ser el encargado de darle de comer. Tomó un poco de puré con la cuchara, sopló y luego se lo acercó.

–Abre la boca.- Pidió amigablemente, como si fuera a un niño pequeño.

El moreno solo pudo apretar los puños, no por vergüenza sino por miedo. ¿Por qué lo trataba con tanta amabilidad? ¿A caso estaba loco?

–Vete.- Terminó por pronunciar. -¡Vete! -Gritó con rabia, mirándolo por primer vez, al ver que no lo hacía caso. No permitiría que nadie le llegara, no quería desarrollar ningún sentimiento por nadie. Su mirada se volvió enseguida en frente, su expresión volvió a la neutral.
El enfermero estaba más que acostumbrado a eso, con lo que no le dió importancia.

–No me iré hasta que comas.-

No le dejó de sonreír. En ese hospital se le conocía por ser un chico con mucha paciencia y persuasión con los enfermos.
Se quedaron en un largo silencio. El chico seguía manteniendo la cucharada en el aire, cerca de sus labios, esperando a que abriera la boca.
Sabía que lo mejor era irse y dejarlo sin comer pero quería insistir más. Lo quería observar y ¿por qué negarlo? Molestarle un poco.

–Tengo todo el día.y ten en cuenta que la carne fría no vale nada…-

El ojiazul se preguntaba por qué hacía aquello aquel chico. No comería si él se lo daba y estaba mas que claro que no le iban a dejar ir de manos.

Quería estar solo y la única manera de conseguirlo era siendo lo que la gente esperaba de él, un loco.
Abrió la boca y tomó la cuchara entre sus dientes, la lanzó haciéndola rebotar contra una de las paredes. La ensució de puré, después de eso siguió como antes.

Gabriel suspiró. –Te has ensuciado..- Tomó una servilleta y limpio su rostro, pero como si fuera un gato, Max se apartó de él.

–Vete…- Dijo en un murmullo. Se estaba cansado de hablar inútilmente.

Pudo ver el cansancio en su mirada. Bajó la cama y apartó la comida.

–Vendré más tarde.-

Después de eso se fue. Lo dejó nuevamente solo con sus pensamientos.

Jadeó agotado y después de eso unas pequeñas lágrimas cayeron por sus ojos.

–¿Por qué eres amable?- Siguió jadeando en un murmuro. Gruñó adolorido y cerró los ojos. No podía entender porque era amable con él después de lo que había hecho, porque en el fondo sabía que únicamente se había convertido en un asesino. Que mas daba si hubiese perdido la cabeza en esos momentos, podría haber parado de haberlo querido.  

-Perla...- Jadeó el nombre de su hermana a la vez que su mirada se rompía y sus pupilas se contraían hasta el punto que sus ojos color hielo se hacían más intensos y azules. Gritó con fuerza y con los dientes se arañó la piel de los labios, sacando los puntos y haciéndola sangrar a tal punto que en su boca solo se sentía un intenso sabor a hierro. Sus labios ardían y dolían. Sus ojos lagrimeaban pero no importaba nada. Volvió a gritar de puro dolor, moviéndose como un loco, alarmando a cualquier persona que pasara por el lado de su habitación o paciente vecino. El primero en entrar fue Gabriel.

–Max, tranquilo.- Acarició su frente mientras dosificaba el suero y aumentaba la dosis de tranquilizante.

Ladeo su ojo azul, haciendo que se encontrara con los de Gabriel, los cuales le tranquilizaron aunque no supo el porque, le recordaban a algo…
Consiguió agarrar la bata su chaqueta blanca. Tiró de ella tan fuerte como pudo, a pesar de que sus fuerzas iban menguando.. Luchaba por mantenerse despierto aunque no pudo hacer nada con aquellos sedantes que le vencían cada dos por tres. Se durmió con su imagen en  mente. Sin darse cuenta, Max había dejado ver sus verdaderos sentimientos. Le intentaba pedir ayuda con sus ojos y su agarre.

Miedo, tristeza, desconsuelo, eso era el verdadero Max.
Gabriel se quedó haciéndole compañía, tampoco tenía nada que hacer y a pesar de que ese chico hubiera cometido todos esos crímenes, por alguna razón le despertaba un extraño sentimiento, que aun no podía llegar a identificar,al ver como le pedía de aquella forma tan desesperada ayuda y comprensión.

Tuvo que curarlo de nuevo. Le miraba tiernamente mientras se sacaba de uno de sus bolsillos una crema cicatrizante que había robado de uno de las salas de curas.

“Un rostro tan bonito no se debe echar a perder…” Pensó mientras aplicaba suavemente el ungüento encima de cada una de sus heridas.
Cuando terminó no pudo evitar empezar a mirar dentro de los cajones de su mesita de noche. Acostumbraban a haber las pertenencias más utilizadas de los pacientes aunque como era de esperar, los suyos, estaban vacíos pues había entrado a la fuerza y nadie le había traído sus cosas. No tenía cambios de ropa, ni neceser para el baño.
Por supuesto robaría algún bote de gel y shampo de algún otro paciente.

Esa noche le tocaba hacer guardia. Nunca acostumbraba a pasar nada. Se quedaría todo el tiempo en el piso de Max, atento a si despertaba o no.
Sin querer ya había desarrollado un sentimiento de protección hacia él y hacia esa mirada.



A medianoche despertó. Aún seguía bajo el efecto de aquella droga. Podía sentir como sus labios habían sido cosidos nuevamente. No habían tomado la precaución de inmovilizarle la mandíbula, con lo que ,no dudaría en usar para destrozar el cosido si intentaban volver acercarse a él. Aunque los enfermeros no lo iban a suturar de nuevo si volvía a hacer otra locura. No estaban dispuestos a perder más tiempo con él, ni tampoco a gastar material. Gabriel, el cual estaba presente mientras lo suturaron no dijo nada, pues no le apetecía discutir y menos delante de un paciente que había sufrido tanto, aunque estuviera dormido.




Miró de nuevo hacia donde había visto por última vez a aquel que había agarrado. No estaba, no había nadie en su habitación. Sollozó levemente y cerró de nuevo su ojo. Ahora se daba cuenta de que en realidad solo veía con uno de ellos. Lo había perdido al rajarse. No lloró ni se lamentó, con un poco de suerte eso le serviría para ahuyentar a la gente.
Apretó los puños al recordar como había sucedido todo aquello.

***

Se encontraba solo en aquella habitación, junto al, aún cálido, cuerpo de su hermana pero a ella la dejó atrás y caminó, descubriendo el inmenso charco de sangre que trataba de unirse con otro de igual de grande. “¿Qué he hecho?” Se preguntó mientras poco a poco entraba en un intenso bucle de ansiedad. Su respiración se aceleraba, su cuerpo se cubría de sudor frío mientras aún sujetaba aquel cuchillo. Grito mientras miraba toda la sangre. Quiso morir pero seguía siendo débil, muy débil. Empuñó el cuchillo hacia él y en un acto de desesperación se corto una vez. Gritó, lloró pero no fue suficiente, se cortó otra y otra vez perdiendo el equilibrio por el mareo y el olor a hierro pero no se desmayó, se levantó de nuevo y llamó a la policía para delatarse a sí mismo.

El tiempo pasaba, no sabía si rápido o lento, pues en su vista sólo había la pared blanca, algo más oscura pues era de noche y todo estaba ensombrecido.
Cerró del todo el párpado cuando alguien abrió la puerta y de nuevo el enfermero se acercó a él.

-Buenas noches…- Dijo suavemente.

Enseguida ladeo la mirada en dirección contraria al rubio. Había comprendido que no lo iba a poder echar, pues en realidad aquello era su trabajo y no lo hacía por él, sino porque era su deber.

-¿Cómo te encuentras?- Preguntó. El moreno no le contestó. Tampoco tenía porque. -Bueno, mañana por la mañana vendré a darte un baño y vas a comer.- Le dijo, dejando un espacio de tiempo para seguir hablando.- Como no lo hagas tendremos que poner otra vía para alimentarte-. Le comento, intentando parecer serio mientras miraba su expresión, la cual no cambió ni un solo matiz.

Torció levemente el labio y suspiró. Si lo pensaba mejor en verdad no tenía sentido intentar hacerlo reaccionar con aquello cuando se había desgraciado la cara a propósito. El dolor no era un problema para él. Dio la vuelta para que le mirase a los ojos.

–No vas a salir de aquí si no comes…- De nuevo hizo un espacio de tiempo al hablar.- …y creo que sea donde sea que tengas que ir, es mejor que un hospital.-

Lentamente fue llevando su mano a su mejilla aunque al instante la apartó tanto como pudo.

–Desatame.- Casi le imploró.- Haré lo que me dices si dejas de hablarme de esta forma. Comeré, haré lo que sea, pero déjame….-Jadeo y cerró los ojos, temblando de pura impotencia. ¿No podía entender que quería estar solo?
El enfermero se sorprendió.Se quedó pensando unos segundos.

-Esta bien, pero estaré contigo cuando comas y luego, te volveré a atar.-

Le daba pena tener que hacerlo pero no podía arriesgarse a que se lesionara aún más. El otro no contestó, simplemente inspiró profundamente, intentando aguantar las lágrimas que amenazaban con salir. Alboroto suavemente su pelo antes de salir de allí. En verdad no tenía ningún permiso para hacer algo como aquello sin la supervisión del médico pero igualmente lo iba a hacer.

Era como un animal herido. Sufría intensamente pero no quería que nadie le ayudara ni curará por miedo a ser más dañado, pues era débil y lo sabía.

A la mañana siguiente Gabriel fue de nuevo a su habitación.

-Buenos días.- Dijo una vez más el chico de pelo dorado.

Le sonrió como siempre y se acercó con el desayuno que le tocaba. Eran una especie de gachas líquidas, un zumo y unas galletas empaquetadas.

-Qué prefieres. ¿Bañarte o desayunar primero?-

De nuevo le estaba mimando demasiado. Dejar escoger era innecesario en un hospital.

Max le miró quedándose en silencio.

-Desatame…- Solo supo decir.

-Oh, claro.- Sonriente el mayor se acercó y lo liberó. –Ahora dime. ¿Qué prefieres?-

-Me da igual..-Contestó casi sin voz, mirándole con algo de desconfianza. Se perdía. Seguía igual de cerrado.

-Bueno, entonces iremos a darte un baño.¿Puedes ponerte de pie. ¿Verdad?- Le miró acercándose para ayudarle por si acaso.

El moreno se levantó y se puso de pie sin ninguna dificultad aunque sentía su rostro tirante , ignoro el dolor. Era lo que se merecía y más o así pensaba. Al dar el primer paso no creyó que iba a perder el equilibrio. Los sedantes y demás lo habían dejado muy débil. Y por supuesto el que casi no hubiera comido en días también influyó.

-Tranquilo.-  Lo cogió enseguida para no se cayera. – No dejare que te caigas nunca más..- Dijo cerca de su oído.

Max se sonrojó y suspiro, sintiendo ese nudo en la garganta. Esas palabras de apoyo sobraban enormemente para el menor.
Caminaba torpemente hacia la ducha que estaba al lado de su cama, en un pequeño baño. Cada habitación, como era lo normal, tenía el suyo.

Una vez allí le hizo sentar en un pequeño taburete.
-Y ahora relájate…- Le sonrió dulcemente y fue acercándose.- Te quitaré el batín..-

Al escuchar la palabra “quitar” Max se puso enseguida a la defensiva.

-Puedo hacerlo yo solo.- Dijo mientras se curvaba hacia delante para que no pudiera quitárselo.
Suspiro. –Esta bien, inténtalo-

Sabía que no podría. No sabría coordinarse. La primera razón era porque no estaba acostumbrado a ver con un solo ojo y las posiciones de las cosas le iban a variar y la segunda porque los anestésicos también aturdían su lóbulo frontal haciendo que, hasta  que no se fuera del todo el efecto, no pudiera llevar a cabo acciones tan simples como desabrocharse un batín, porque no sabría por dónde empezar.

Le miraba mientras se quedaba quieto, intentando pensar como empezar con aquello. Jadeó sintiendo como la cabeza empezaba a dolerle.

-Joder..- Sus ojos se humedecieron y sin mas dio un golpe en la pared.

-Eh, Max...- Se acercó a él tomando su brazo. Me dijiste que no harías nada de eso. –Siguió, esta vez muy serio, intentado buscar sus ojos.

El reñido simplemente bajó la cabeza, relajando su cuerpo, dejándolo vía libre.

-Max, prometemelo de nuevo. Nada de golpearte. –

Seguía mirándole a los ojos a pesar  de que él mirara a la pared. Continuaba tomándole con fuerza de la muñeca.

-…Está bien…- Murmuró.

-Gracias.- Le sonrió.

Empezó a desatarle el batín, dejándolo completamente desnudo ante sus ojos. Por unos momentos fue él quien no supo como reaccionar. Su cuerpo era como el de una estatua de esculpida por el mismísimo Miguel Ángel. Durante todo ese tiempo le había parecido un niño, un hermoso niño que necesitaba ser cuidado y mimado pero ahora no podía verlo como tal, sinó como a un hombre. Max se mantenía con la mirada perdida en algún punto del baño. Estaba levemente ruborizado. Por alguna razón, le daba vergüenza aquello y eso, el enfermero, también lo había visto.
Le terminó de quitar el batín y lo dejó fuera del alcance del agua, colgado en un gancho. Intentaba esconder sus partes íntimas, totalmente desnudas. No hizo nada para que no se tapase, tal vez era mejor si era así.
-Um..¿Haces deporte, verdad? – No pudo evitar preguntarlo y así, tal vez, destensar el momento.

Tomó la alcachofa de la ducha y humedeció una esponja en la cual tiró jabón para poderla espumar. El chico asintió. Sin el deporte hacía mucho que había llegado a ese hospital. Le ayudaba a deshacerse de la ira y la tristeza. Aunque , desgraciadamente, llegó el momento en que no fue suficiente.

-Voy a mojarte.., vale? – Fue contándole.

Dejó que el agua resbalara por su cuerpo. Le miraba levemente estremecido. Siempre había estado acostumbrado a bañar viejecitos y viejecitas. Nunca pensó que llegaría un día en que la persona que tuviera que bañar le pareciese tan atractiva. Max al recibir el jabón suspiro en un hilo de voz. Su piel se erizo, provocando que sus pezones también reaccionan.

-¿Muy fría?- Preguntó.

El otro le contestó negando con la cabeza. En realidad se había estremecido de lo bien que se sentía.

-Vale, ahora procederé a lavarte…-

Con la esponja empezó a frotar uno de sus amplios pectorales. Tenía que tragar saliva cada dos por tres. Aquello realmente estaba siendo demasiado. Le estaba entrando un “hambre” más que voraz.

-Dame tu brazo.- Siguió pidiéndole sucesivamente hasta prácticamente enjabonar todo su cuerpo. Seguidamente se lo aclaró. También lavó su pelo, haciendo que inclinara la cabeza.  

Había sido una experiencia diferente para los dos porque ambos se habían sentido extraños.

Una vez limpio y listo le puso un batín nuevo, ya que no tenía pijama y lo devolvió a su cama. Aun estaba un poco cortado con lo que se quedó sentado a su lado sin hacer nada por unos momentos. Aun pensaba en su cuerpo y su rostro sonrojado. Realmente le había tocado hondo.    

Al desviar la mirada hacia la bandeja de comida volvió en sí.

-El desayuno.- Murmuró.

Fue a por la bandeja y sin haber otra la destapo y empezó a darle las dulces gachas.

-Intenta comer todo lo que puedas.- Le sonrió aun un poco tímido.

Max, como le había prometido, sin decir nada y un poco adolorido abrió la boca y empezó a tragar lo mejor que podía.
Pasaron el desayuno en silencio. Gabriel se sentía muy extrañado de sí mismo al sentirse de esa manera, era como si hubiera entrado en una especie de shock del cual su cuerpo no podía salir. El moreno también estaba igual de cohibido y para su sorpresa y asombro no pensó en su pasado durante toda la ducha, solo podía pensar en los ojos del enfermero y sus manos tocándolo.
La verdad era que le había costado un poco no ponerse erecto y eso le avergonzaba. Nunca había tenido clara su sexualidad, pues nunca la había puesto en práctica. Era muy antisocial con lo que nunca se había relacionado mucho con la gente que le rodeaba, ni tampoco interesado. Su  mente estaba llena de problemas y preocupaciones que le impedían pensar ni hacer nada más de lo que ya hacía, que era ir al colegio, cuidar de su hermana y procurar mantener a sus padres lo más contentos posible, aunque había muchas veces que todo lo que hacía no era suficiente y se terminaban peleando otra vez.

Cuando volvió en sí se había comido todo lo que la bandeja.

-Muy bien, Max.- Dijo alegremente a la vez que recogía las cosas para irse pero se paró de golpe. –Que se me olvida…-

De nuevo buscó en uno de sus bolsillos, intentaba hallar esa pomada cicatrizante que tan bien escondía. Había muchas más cosas que guardaba como sus más preciados trofeos, pero en ese momento no le importaban. Le interesaba curar esas cicatrices.
Se acercó nuevamente a él.

–Tranquilo..- Susurro mientras que con delicadeza tomó su mentón y con un paquete de gasas que mágicamente había sacado de uno de sus bolsillos empezó a limpiarle primeramente las heridas con una de esas gasas previamente humedecida con agua y jabón.

Max quiso separarse de ese repentino agarre pero de nuevo se perdió en esos ojos color trigo que lo inmovilizaron. Se dejó curar y poner la crema.
-No se lo digas a nadie.- Dijo aun sin separarse de su rostro. Clavó su mirada en la de él. –Es un secreto.-

-…- El menor no contesto, solo se apartó desviando la mirada. –No tienes que hacer esto, si luego tiene que ser un secreto. -Hizo una pausa, cansado de hablar tanto.- No ayudes a un asesino…- Se mordió el interior de su labio. –Tal vez, saldrás mal parado…-

Le intento mirar a los ojos, quería alejarle antes que fuera demasiado tarde. No quería desarrollar nada por él.

-Escucha.- Sin tocarlo se volvió a acercar a su rostro. –Yo solo veo a un chico que necesita ayuda, no a un asesino. –Le sonrió tiernamente. – Confió en ti, se que no me harás daño porque yo NUNCA te voy a hacer daño a ti. –Le contestó serio y confiado de sus palabras.

-Nunca digas nunca.- Murmuró el primero muy apenado.
.
¿Cuantas veces le había prometido su familia que nunca más habrían mas peleas? ¿Cuántas veces le habían dicho que nunca más volverían a hacer llorar a su hermana pequeña?
Al recordarla lloró mucho mas fuerte. Lo empujó al instante.

-¡Apártate de mi! No me mires así, ni me hables! ¡Vete!- Gritó jadeante.

Empezó a tirarse del pelo. Había perdido otra vez el control de la situación sumergiéndose en una rabia que no podía dominar. Solo quería dejar de pensar en su hermana, arrancársela de la cabeza. Gabriel enseguida tomó como pudo sus manos y se las mantuvo bien sujetas.

-Tranquilo…- Susurró.  

-¡Dejame! ¡No me toques.! No merezco nada, ni siquiera esto! -Siguió forcejeando.
Casi no le podía controlar. Necesitaba ayuda pero por alguna razón no la pidió. Sabía que lo volverían a sedar como si fuera un animal rabioso y no quería que eso pasara.

-Max, mírame, Max…- Era inútil. Por mas que intentaba llamar su atención no le hacia caso. Seguía llorando y jadeando, cada vez más cerca de soltarse. –Mierda..- Gruñó el enfermero.    Para sujetarlo se subió a la cama, dejando caer todo su peso encima del menor. -¡Max!- Gritó por última vez. La única manera de sacarlo de ese shock era provocándole otro o segándole. La última opción no le servía, con lo que solo le quedaba pensar en cómo llamar su atención.
Solo había una cosa que rondaba por su mente desde hacía un rato, tal vez sería suficiente impactante para que parara.

“Por favor no me odies.” Pensó mientras apretaba sus labios, tentando dándose fuerza.
Se inclinó hacia él a la vez que dejó ir sus brazos. Tomó su rostro le besó con fuerza e intensidad. El chico se quedó parado al instante. Toda la rabia fue sellada por su boca. La ansiedad enseguida lo dominó y volvió en sí. Y con fuerza, con sus manos, lo empujó hacia atrás.

-¡A..apártate!- Gritó sonrojado y con lágrimas en los ojos.

Pero Gabriel no se rindió, volvió a unir sus labios con los de él, besando su inferior con la misma fuerza que antes, succionando sensualmente, haciendo gemir de dolor al otro el cual empezó a golpearle con la espalda. Gritaba ahogadamente. Sentía subir el calor en sus mejillas y como las fuerzas le abandonaban muy lentamente Se rindió ante aquella nueva sensación que en el fondo no le pareció desagradable.
El mayor cambió de técnica, y los besó a la vez, los humedeció con su saliva hasta que el otro cayó agitado y rendido ante aquello.
En ningún momento llegó a corresponder. Su cuerpo había quedado inmóvil como el de una estatua.

Después de aquello se sintió liberado. Se separó suavemente, mirándole al rostro, aun acariciando sus sudadas y húmedas mejillas, fue separándose hasta abandonar la cama.

-Tranquilo…- Susurró una vez más.
Se quedó con él un rato mas, permitiéndole así quedarse más tiempo sin ataduras..

Aquel había sido el primero beso del ojiazul. No sabía como sentirse. Todo el rato estuvo inmóvil, saltando levemente por el hipo que le había causado aquel disgusto y mal rato. Miraba en dirección contraria a la del chico. Estaba avergonzado, confundido y sobre todo abrumado por esa sensación entre dolorosa y placentera que le había quedado en los labios.

Las horas pasaron y Gabriel no se iba de su lado. No quería atarlo. Pero si lo dejaba libre podría ser peor para el chico. Tomó suavemente su muñeca.

-Max, debo hacerlo hasta la hora de comer…-

El moreno le miró unos segundos para luego volver  a desviar la mirada, dejándose. Quería que se fuera, no podía sacarse esa sensación de encima, necesitaba estar solo. Se intentó acomodar, ya atado en la cama y cerró los ojos.

-Hasta luego…- Dijo el rubio en voz flojita, saliendo de la habitación con pena.

Sin darse cuenta sus manos intentaron tocarse la boca, pero las ataduras fueron enseguida un impedimento. Dio un vistazo a toda la habitación. ¿Por qué incluso querer estar solo era tan difícil? Todo el mundo se apartó de él cuando no deseaba la soledad y ahora que era lo único que ansiaba, no la podía obtener.

No entendía porque ese chico no lo repelía como todos los demás. Estaba loco, debía ser eso.
Y aun entendió menos aquel beso. Movió levemente sus labios aun algo húmedos de su saliva.

Le había gustado y mucho y eso no estaba bien. No porque fueran hombres sino porque él temía dañarlo, o que le dañara. Eso era todo. Era una cadena que siempre le  llevaba a ese punto de miedo a hacer daño a los demás. Si quería a alguien deseaba que este le quisiera también y que nunca le hiciera daño porque si era así no le podría perdonar nunca. Había llegado a esa conclusión a causa del sufrimiento que había aguantado con su familia. Nunca más se dejaría doblegar ni arrastrar por nadie. Nunca lloraría ni se sentiría mal por nadie.

Eso le ahorraría tener que herirlo.

“Porque el dolor se acaba cuando la persona ya no esta.. ¿verdad?”

Eso quería pensar y eso era lo que su mente le decía. La soledad era un dolor mucho más dulce y tranquilo. Algo silencioso y cálido que te envolvía y parecía que nunca te dejaría.

Abrió de nuevo su orbe azul. ¿Y por qué ahora parecía que una luz se abría paso en su oscuridad? ¿Por qué? Sentía dolor en su garganta cada vez que pensaba en él y en el fondo de su cabeza una frase retumbaba.

“¿Por qué no viniste antes?”


***

Pasaban los días y el trato que tenía Gabriel con Max no cambiaba. A pesar de que el moreno no paraba de evitarlo y hacer todo lo que su adolorido corazón le permitía para alejarlo seguía cuidándolo más que amablemente.

Parecía ser inútil pero cuanto más lo alejaba más se esforzaba el rubio.

Podía ver en sus lágrimas, en su rostro y en todo él todo lo que estaba sufriendo.

Llegó a la conclusión de que su mayor dolor era la pérdida de su hermana. Siempre terminaba sufriendo ataques de ansiedad y rabia al hablar de ella. Era algo que no quería dejar de lado pero que aparcaría por el momento.


***

Los médicos solo le visitaban una vez por semana o menos, pues solo lo tenían allí por pura fachada, el único que cuidaba a escondidas de sus heridas era él, las cuales habían mejorado bastante rápido gracias a las cremas cicatrizantes y el mimo que les ponía.

Pero su ojo no iba bien. Su retina había quedado dañada.
Recuperar la visión era imposible. Una infección causaría la inmediata necesidad de operarlo, con lo que, sin esas curas sería inevitable.
Gabriel le curaba a base de antibióticos que cogía, por supuesto, sin decir nada a nadie.

Al cabo de unas semanas el ojo quedó simplemente sin vida, siempre debería llevarlo tapado para ahorrarse más problemas ya que sino tendría que ser extirpado  y eso era que los médicos se querían ahorrar.

***

La humanidad había dejado de lado ese chico. Todo el que sabía de su historia quedaba horrorizado y solo podía ver a un ser despreciable y sin ningún tipo de piedad. Esa era una manera de castigarlo. Usaban la soledad y la indiferencia. Solo estaba allí por puro protocolo del trabajo. No podían llevar presos heridos a la cárcel.

-Listo.- Un sonriente y complacido Gabriel miraba alegremente a su paciente favorito. –Las heridas están sanando muy bien. Creo que pronto podremos quitar los puntos. –Le contó, aunque al decir eso su rostro se entristeció.

Si sanaba se lo llevarían.

Max con desagrado suspiro, sus manos estaban desatadas, pues siempre que estaba con él lo liberaba. Aun seguía al pie de la letra aquella promesa que se habían hecho, pero el moreno solo de escuchar que estaba mejorando se alteraba. No quería eso. Debía sufrir por todo lo que había hecho.  Ese era el pensamiento que siempre rondaba en su cabeza.

-¿Por qué? No debiste…- Jadeo mirándose las manos, deseando destrozarse la cara de nuevo. A causa de esa promesa, se aguantó -¡Maldita sea! –Se acurrucó, abrazándose a sí mismo.

Se apretaba la ropa con fuerza. Sollozaba mientras el mayor le miraba. Haciendo que su corazón se rompiera en mil pedazos. Sin ayuda nunca iba a superar aquello y la cárcel no era la solución.

No pudo controlar el cariño que sentía por él y puso su mano en sus cabellos aun cortitos pero ya suaves al tacto.

-Es mi deber, aparte de que no podía verte así. Cuando te vi...-Hizo un silencio, le costaban un poco de decir esas cosas porque temía a su reacción. Desde esa vez que le había besado no había sucedido nada mas aunque la idea siempre rondaba por su cabeza. - …me gusto mucho tu rostro.-

Le pareció tan pequeño, frágil y débil. Le entraron ganas de protegerlo.

-¡Cállate! ¿Por qué sigues con esto? Te dije que pararas, no estas cumpliendo tu parte del trato y si sigues así yo tampoco lo cumpliré…- Le miró con lágrimas en los ojos. –Aunque ya es inútil..-

Si ahora lo dejaba de lado le dolería. Por mas que le molestaba ya le quería. Al fin y al cabo seguía siendo una persona, aunque no se lo creyera.

-¿Por qué?- Preguntó bastante curioso, algo interesado en esas palabras.

Max se sonrojo un poco aun escondiendo su rostro.

-¡Déjame! ¡Te odio por ello! No entiendes nada…- Siguió sollozando.

-Eso es lo que tu te crees…- Acaricio su espalda, tan amplia y firme, tal vez algo agarrotada de estar tantas horas en una cama. –Se que en tu interior hay una gran pena y hasta que no la saques  no podrás mejorar... -Hizo una pequeña pausa, para que lo asimilara. -... y para ello necesitas confiar en la gente.

El rubio se inclinó, acercándose a su oído..- Confía en mi…- Susurró.
Max se ruborizó aun más al notar como los vellos de la piel se le erizaban como escarpias.

Su voz era tan suave y dulce, tal vez algo infantil  pero claramente de un hombre.

Pero la cosa no era tan fácil. No podía confiar tan solo por unas palabras. Necesitaba más.

Algo que realmente le demostrase que iba a estar con él y que nunca lo iba a traicionar.



No le contesto, simplemente le apartó con la mano.



-Átame como siempre y vete…- Jadeó confundido, si mirarle a la cara.

Gabriel se quedó viéndole, estático, aunque el otro no lo hiciera. No soportaba más aquello. El dolor que sentía ese chico le dolía a sí mismo. Su rostro reflejaba una desesperación difícil de no ser transmitida y estaba harto. Quería verle sonreír, cosa que no había visto en todo ese tiempo y que le dedicara dulces palabras y caricias.
Lo conseguiría incluso si lo tuviera que robarlo de ese hospital.

Se abalanzó de nuevo contra él, dejándose llevar por esos pensamientos e impulsos reprimidos. Lo tomó del rostro, casi había rozado sus labios cuando uno de sus bolsillos reventó por quedarse enganchado en uno de los engranajes de esa cama plegable.

Un montón de extrañas cosas cayeron en la cama y en el suelo. Cucharas, lápices, incluso pintalabios de sus compañeras de trabajo.
Max quedó petrificado por la reacción del chico. Inconscientemente miró hacia donde provino ese estruendo, viéndolo todo. Sabía que había robado esas cremas y vendajes para él pero ¿y todas esas cosas? Eran objetos innecesarios para él. Tonterías.

Gabriel al darse cuenta de aquello bajó la cabeza en vergüenza.  

-¿Qué piensas ahora mismo?- Le pregunto aun sin ser capaz de mirarle, esta vez en los ojos.   

Sabía que estaba enfermo por no poder controlar ese impulso de robar cosas. Sabía que estaba mal y eso le hacía sentir de la misma manera pero no lo podía evitar. La presión que sentía en su pecho cada vez que veía algo que podía coger sin ningún tipo de problema era tan intensa e insoportable. Su casa prácticamente parecía una tienda de chinos, llena de cosas inservibles para él, repetidas. Estantes llenos y llenos de cosas que por más que iba acumulando no lo hacían sentir completo.  

-¿Crees que estoy enfermo? -Siguió preguntando al ver que no le respondía. -Porque si es así, has acertado...- Se le rompió levemente la voz y le miró a los ojos haciendo estremecer al mas joven.

En todo ese tiempo nunca antes había visto ese rostro. ¿Esos eran sus verdaderos sentimientos? ¿El verdadero Gabriel?

En verdad no había pensado en nada en concreto al ver caer todas esas cosas de su bolsillo.

-No, no pasa nada...- Dijo en un hilo de voz. Sintiendo la necesidad de reconfortarle de alguna manera.

Su mano se movió levemente, queriendo acariciar su mejilla ahora húmeda en pequeños caminitos de agua salada.

Gabriel sonrió un poco al escuchar esas palabras que lo hicieron extremadamente feliz y aunque sabía que eran mentira le aliviaron un poco. Ese era su más oscuro secreto.

Cerró sus ojos, recordandole a él y esa última sonrisa que le dedicó antes de dejarlo e irse para siempre. No pudo hacer nada para salvarlo. La única persona que le había importado y ayudado de verdad. Le echaba tanto de menos.A pesar de que ahora Max siempre rondase por su mente.

-Me gustaría poder aliviarte como tu has hecho conmigo..- Tomó su mano y la colocó en su mejilla, mirándole aun algo nervioso y tímido.

Max tenía que entender que se había sincerado y ahora le tocaba a él. Era la prueba de confianza que necesitaba para poder dar un paso hacia delante. Movió suavemente sus dedos en su mejilla, haciendo que Gabriel aun sonriera un poco mas.

-Yo...yo...- Su respiración se aceleraba a medida que iba intentando avanzar en sus palabras. –..yo..yo.. echo de menos a mi hermana..- Confesó a la vez que empezaba a tener un molesto y disgustante hipo de tanto aguantarse el llanto. –Pero..pero.. nunca la podré ver nunca mas porque… ¡la mate!- Gruño abalanzándose a sus brazos, llorando con desespero. –Y lo siento…lo siento mucho..-

Pedía perdón sin parar, tirando de su ropa y frotando su rostro contra su pecho.

–Se que no tengo perdón pero..-le miró.- tu.. ¿podrías decirlo aunque fuera mentira? –

Gabriel sonreía dulcemente. Por fin se había abierto a él. Por su mejilla resbaló una pequeña lágrima que fundió contra el cabello del moreno, pues se acurrucó en él, rodeándolo protectoramente con sus brazos.

–Te perdono, y estoy seguro de que ella también lo ha hecho...-

Intentó hablar sin que se le rompiera la voz, abrazándolo cada vez más fuerte, sintiendo como el otro lloraba intensamente, temblando en tristeza y arrepentimiento.
-Gracias…gracias…- Repetía con voz infantil y el corazón más que oprimido.
Estuvieron largo tiempo manteniendo ese cálido abrazo. Gabriel, intentando confortarlo acariciaba su espalda, dejando escapar, a la vez, por sus ojos todo ese dolor y esa pena o al menos parte de ella.

Max no quería separarse de aquel pecho. Se sentía demasiado bien y a al vez le daba demasiada vergüenza como para hacerlo.¿Cómo iba a mirarle a la cara? Aunque estaba un poco desahogado y  se sentía mejor.
 
-Max…- Susurró. –  La revisión de las mañanas ya de haber terminado. Tengo que irme..- Dijo con pena.

Esperaba quieto a que el chico se separara de él pero no lo hacía. Se comportaba de forma por primera vez, cosa de la cual se alegró.
Se armó de valor e hizo que se separara de él, al menos lo suficiente como para poder alcanzar sus labios. Le dio un dulce beso que hizo que se terminaran de separar. El moreno miró las sábanas más que ruborizado.

–Hasta luego..- Susurró tímidamente.

Recordó al instante el trato. En el hospital, por mas bien que se portara lo seguían manteniendo atado. No por la seguridad del chico, sino para la de ellos. Temían que de nuevo “se le girara el cebero” y les atacara.

Gabriel lo miró con pena. Le dolía tener que hacer aquello.

-Lo siento..- Susurró tomando con suavidad sus muñecas para atarlas con más suavidad que de costumbre. -Volveré a la hora de comer…-  Le recordó antes de limpiar la última lágrima que se escapaba de su precioso ojo azul.

Max no contestó. Se mantuvo con las mejillas calientes y la mirada desviada, nervioso y confuso. ¿Qué significaba todo aquello? Su corazón aún latía con fuerza.

***

De vuelta al trabajo Gabriel fue a su siguiente tarea cuando su superior lo paro.

-Gabriel, deberías hacerme un informe del paciente que tratas. El de la 210.- Le ordenó mientras le miraba.

-Claro, pero..¿ocurre algo? -

Cuando le pedían informes siempre había algo de por medio.

-Los de la prisión me han pedido un informe de su estado, para saber si ya esta preparado para hacer su ingreso en la en la cárcel.

El rubio sintió una punzada en el pecho, mirándolo mientras empalidecía.

-¿Tan pronto? –Susurró. –

-¿Acaso no está evolucionando bien? –Preguntó el médico. Según los análisis, no ha tenido ningún tipo de infección. –

-No, todo va bien. Solo que el tiempo ha pasado muy rápido. –Rió nerviosamente mientras intentaba aguantar la opresión que se estaba formando en su pecho.

El médico se lo quedó mirando.

-Se lo daré esta noche. Bueno,seguiré con lo mío, con permiso. –Sin mas, comportándose de forma extraña, Gabriel se fue de allí, yendo directamente al baño, encerrandose en una de las cabinas.

-No..- Jadeó, empezó a angustiarse.

Empezó a tirar del rollo de papel de forma compulsiva, llenandose los pies de ese género.”No me lo pueden quitar.” Los ojos se le humedecieron. No soportaría otra pérdida importante en su vida. Siguió con aquello hasta que gastó el rollo y seguidamente lo intentó esconder debajo de la ropa,pero era imposible de ocultar, con lo que lo dejó tirado.

Se limpió la cara mirado al espejo con odio.  No iba a permitir que se lo quitaran. Él lo haría antes. Respiró hondo e intentó tranquilizarse, pensando un plan.

***

Como era de esperar después de entregar el informe, ver lo bien que había evolucionado y que su estado parecía ser mucho más estable de lo que nunca se habían imaginado.

Los encargados del asunto enseguida mandaron un fax al hospital informando que en la  próxima semana Max iba a ser reportado a la cárcel para cumplir su condena. Gabriel se preocupó de lo que podía suponer para Max aquel cambio pero desgraciadamente no cayó en la posibilidad de que quisiera cumplirla.

Al escucharle decir que estaba bien con aquello se quedó helado.

-¿En verdad quieres cumplir condena?- Le preguntó mirándole a los ojos, bastante triste.

Max se agarró de las sabanas al ver aquel rostro.

-Si, es lo que me merezco y no pienso intentar impedirlo..-Bajó su mirada y suspiró dolido.

Había sentido una punzada en el corazón al decir aquellas palabras.

Se había rendido ante la idea de que no sentir nada por él porque la verdad era que seguramente se había enamorado.
Nunca lo habían tratado tan bien y le habían cuidado de esa manera. Y lo mas importante, le habían mostrado aquella bondad sin hacerle sentir mal por ello. Pero la vida era amarga y su destino era acabar en la cárcel por asesinato múltiple.

Gabriel se quedó unos momentos callado.

-Pues yo si.- Dijo fríamente.

Por mucho que lo quisiera y quisiera respetarle eso no lo iba a tolerar. Solo de pensar en que se iba a ir de su lado, de su pecho, afloraba una asfixiante opresión peor que ninguna otra antes.

Iba a sacarlo de ese lugar aunque fuera a la fuerza y se lo iba a llevar para que fuera suyo.

El moreno le miró sin entender qué quería decir con aquello.

-No hagas nada…- Pidió con un hilo de voz. –es mi castigo, lo que me toca.- Pronunciaba tal vez algo apenado, pero más que convencido de sus palabras.

-Pero Max, no quiero que me dejes…-Sollozó.- Por favor… -A pasos tímidos se fue acercado a él, dejando caer su pecho en la cama, en las piernas del chico. Le agarró la bata. –Te necesito…- Jadeo angustiosamente. –Tu,.. no me dejes…-

El ingresado no sabía que decir. Lo miraba realmente confundido.

-No lo hagas más difícil.. Tu…-Lo intentó apartar. Le apretó los hombros para echarlo fuera de la cama. –…te metiste en mi camino, te acoplaste sin permiso. Quería ir solo. Nunca debiste… -Decía mientras sus ojos se humedecían. –Si hubieras sido como los demás ahora no te importaría desecharme en la cárcel. Y yo no estaría llorando en estos mismos instantes. –Sollozo una vez más. –Lo siento pero debes dejarme ir…-

Lo termino de empujar y luego se giró para que no verle.

Todo aquello solo podía significar una cosa para Gabriel y era que él también le correspondía. No hubiera podido haber otra cosa que le terminara de convencer e incitara mÁs a hacer aquello que aquellas palabras y reacciones.

-Parece ser que no me conoces, el que verdaderamente está enfermo aquí soy yo.-

Sin más tomó las cosas que había traído anteriormente. Se trataban de unas gasas y unas botellas con un líquido transparente y cristalino en su interior. Se giró y colocó el cloroformo en es una de las telas. Se tiro encima de él, haciéndole respirar aquello. Max intentó zafarse con todas sus fuerzas pero fue inútil. Se fue debilitando por segundos hasta caer en un profundo sueño del cual no iba a despertar en horas. Para asegurarse de aquello, el rubio ,le inyecto otro sedante. Por el momento lo dejaría durmiendo en la cama. Mas tarde iba a empezar el verdadero plan.

***

Pasaron las horas y la gente se iba marchando.Como cada día solo quedaron los enfermeros del turno guardia, entre ellos estaba Gabriel. Iba dando sus vueltas, sin hacer nada en concreto.

Se sentía algo nervioso y a la vez excitado. Esa opresión en el pecho no le dejaba respirar. No se iría hasta que  Max estuviera entre sus brazos. Para luego llevarlo en un lugar donde nadie le pudiera hacer daño de ningún tipo y nunca más.

Cuando los pasillos quedaron silenciosos de pasos y nadie rondaba en ellos, fue el momento. Gabriel entró en la habitación de Max y lo tomó en brazos para esconderlo en el armario. Tal vez luego estuviera algo adolorido pero era necesario. Seguidamente alborotó la cama. Para que no saltara la alarma de que el chico ya no tenía pulso Se colocó el medidor de pulsaciones en su propio dedo.
Solo le quedaba una cosa para que todo se volviera creíble. Se apoyó en la cama,  sin mas se dejó deslizar y desde allí  separo el puño de su cuerpo para luego golpearse con fuerza en la cara. Se rompió el labio y los capilares de su nariz. Enseguida sintió el hierro en su boca. Se había provocado una hemorragia nasal. QuerÍa hacerse mucho daño escandaloso, sin dañarse mucho por dentro porque luego tendría que trajinar el cuerpo del chico hasta su coche.

Seguidamente se arrancó el aparato del dedo, enseguida sonó el pitido de que algo iba mal. Tal vez tardaron un poco pero terminaron por ir a ver que pasaba.

Por supuesto actuó sobre su estado, empeorando. Empezó a temblar y respirar con dificultad, dejando caer su cuerpo como si no tuviera fuerza.
La primera en entrar fue una enfermera, que precisamente pasaba por delante de esa habitación. Asustada, lo socorrió enseguida.

-¿Qué ha pasado? –Preguntó mientras miraba sus heridas.

-El chico,  al escuchar que iría a la..se ha vuelto loco..-Dijo forzando su voz, como si le hiciera daño. –Se ha escapado…-

La chica, al instante, miró a su alrededor. Había empalidecido.

–Dios mío, debemos de llamar a la policía…- Fue lo primero que dijo.  Gabriel no contesto.  

Simplemente hizo ver que perdía un poco la consciencia.
-No te duermas. – Le intentó incorporar. – Iré a avisar a la policía y a los otros.

Lo dejó sentado en el suelo de esa habitación dejándole nuevamente solo.

Gabriel seguía respirando agitadamente, esta vez de verdad. Seguía sintiendo esa intensa opresión que a la vez, le dolía y hacía sentir aquella excitación antes mencionada. Miró de reojo el armario aunque no se movió. Después de aquello enseguida vino la policía, que mientras curaban sus heridas le hacían un montón de preguntas y demás. Por supuesto, empezaron una búsqueda, aquel chico era peligroso y no podía estar suelto por la ciudad.

Por supuesto ninguno de los policías abrió el armario. Era algo tan obvio que temieron parecer tontos por abrirlo. Además todos creyeron las palabras del atractivo y apaleado enfermero.

Esa noche había sido un auténtico caos y todos los enfermeros y médicos se habían reunido para hablar de la poca vigilancia y descuido de todos. Habían dejado que el chico escapara y nadie se había enterado. Por supuesto habían dejado descansando al rubio. Aprovecho ese momento para tomar a Max y llevarlo al aparcamiento. Ese hospital no tenía cámaras de seguridad, con lo que no tenia problema con aquello.
***
No volvió a entrar. Se iba a tomar el siguiente día como libre, mas que nada para descansar. Sus compañeros sabían que lo haría. Se marchó con el chico profundamente dormido en los asientos traseros.

Aún no lo iba a llevar a su casa, aunque si que se iba a pasar, par tomar un recambio de ropa y coger algo de comer. Seguidamente fueron a un sitio que el moreno necesitaba intensamente.

***

Se respiraba paz y tranquilidad, la suave brisa hacía mecer los cipreses los cuales te transportaban en un mundo lleno de melancolía y tristeza. Gabriel salió del coche y se apoyó en el mismo auto, mirando el paisaje. Inspiró profundamente mientras sus labios iban formando una suave y melancólica sonrisa. Y a la vez se sentía desahogado y aliviado. Volvió a mirar al chico y luego el paisaje. Su memoria ya no recordaba la última vez que había pisado esos pastos y cimientos. Desde aquella vez no había querido regresar nunca a ese lugar. Aunque de nuevo allí estaba. Esa sensación de extraña paz y corazón encogido le rodeaban.
Ir a visitarlo era tan doloroso para él, sabía que lo entendería todo. Su ausencia y sus nuevos sentimientos.

Pasó una media hora y poco más antes que se despertara. Lo había tapado con una pequeña manta de viaje. La humedad abrumaba aquel sitio.

***


Se sintió totalmente desorientado y con un intenso dolor de cabeza. Su rostro se difuminó en una mueca que le hizo frotar los ojos, intentado disuadir esas descargas eléctricas que le mortificaban las sienes. Después de eso miró a su alrededor. Todo estaba tapizado y había unos mandos, eran marchas de un coche. No había duda que estaba dentro de uno. ¿Lo estaban llevando a la cárcel? No recordaba nada.
Nada hasta que Gabriel llegó a su mente y luego la presión que había hecho al taparle la boca. Se incorporó y miró por la ventanilla. Sintió una punzada en su pecho cuando descubrió donde estaban. No había vuelto a ese lugar desde que había muerto su abuela hacía años.

-¿Por qué? ¿Qué hago aquí?- Se preguntó, viendo como un poco más allá la silueta de Gabriel    

Al escuchar su voz se giró y sonrió.

-Vístete, creo que te vendrá bien esta ropa.- Dijo mientras se la señalaba. Eran unos jeans oscuros y un jersey azul marino con un poco de cuello.

Sin decir nada Max le hizo caso y se puso la ropa. De alguna manera agradecía poderse poner pantalones después de tanto tiempo.

Una vez listo salió del coche y miró a Gabriel sin entender nada.

-Ven conmigo…-

Tomo suavemente su mano y los dos entraron en el lugar. Antes había tenido tiempo de buscar donde se encontraba el nicho de su familia. Y allí aun con un montón de grandes ramos de flores se encontraba su destino.
Gabriel no dijo nada. Deseaba que Max lo hiciera por si mismo aunque no soltó su mano la cual aun no había sido soltada por el moreno.

Su ojo azul se llenó de lágrimas al ver quienes estaban enterrados allí. Entonces si quiso soltarse de su mano. Para él era blasfemar sobre sus tumbas. Que su asesino les fuera a visitar era el colmo.

-Eres un cabrón.- Dijo en un hilo de voz.

-Espera- Tiró de él pegándolo a su pecho.-No sé que dirían tus padres o tus familiares si te vieran aquí pero tu hermana…estoy seguro de que ella quiere que vengas.-

El ojiazul como respuesta gruñó agudamente, empezando a llorar con intensidad.. Se agarró de sus ropas, sacudiéndolo con levedad. Como si quisiera castigarle pero a la vez lo necesitara.

-¿Qué se supone que le tengo que decir? ¿Hermanita siento haberte degollado? –Busco la respuesta en los ojos ajenos pero su acompañante se quedó en silencio unos segundos.

-Sí.- Contestó secamente.-No con esas palabras pero si.-

Le sonrió dulcemente y hundió sus dedos en sus cortos cabellos.

-Saca toda esta pena que te esta comiendo por dentro..- Continuó, sin dejar de acariciarle el cabello. –Si es necesario, gritaselo para estar seguro que pueda llegar a oírte…-

Respiró cortadamente. Sentía como se le formaba un pequeño nudo en la garganta y sus ojos color trigo se inundaban en lágrimas que nunca llegaban a saltar. Cuantas veces le había gritado al cielo lo mucho que lo añoraba. Ya no lo sabía.

Lentamente Max se fue separando de él y se giró para mirar hacia el nicho donde se encontraba su hermana y toda su familia.

Inspiro y dejo salir el aire sin mas.

-Perdóname…- Dijo en un hilo de voz.

Sus ojos enseguida fueron a parar al suelo. Gabriel le miraba, se mantenía al margen.

-Perdóname por decidir por ti. –Seguía diciendo mientras empapaba el suelo con sus lágrimas. –Perdonarme.-Repitió.- Tu…tu.. estoy seguro que lo habrías logrado.- La voz se le rompía mientras seguía hablando. – Te lo quite todo sin pensar en ti...¡solo penes en mi! -Gruño en rabia, dejándose caer de rodillas al suelo.-¡Perdóname! Lo siento!-

Sabía que todo aquello no servía de nada pero ya no podía parar, gritaba a todo pulmón, haciendo resonar su voz por todo ese cementerio. Dio un golpe de rabia en el suelo y luego otro aun más fuerte. Quedando solo su llanto en el aire. Peló sus nudillos y al sentir el dolor volvió a golpear, fuerte. Cosa que hizo reaccionar a Gabriel, tomando sus muñecas.

–Tranquilo.- Susurró.

-¡Déjame! –Grito de nuevo, intentando zafarse pero el rubio solo lo trató de refugiar en su pecho, cosa que terminó consiguiendo. Lo mantuvo fuertemente abrazado hasta que su cuerpo dejó de temblar y llorar.

Una vez mas ya no quería separarse de ese cuerpo tan cálido. Se mantenía acurrucado, aun temblando de vez en cuando.
Muy despacio, el mayor, fue acariciando su espalda, hasta que el moreno se empezó a remover cuando la vergüenza se puso en frente de todo. Gabriel lo fue soltando y le miró. Su rostro aun algo húmedo y sonrojado lo hizo estremecer.
Acarició su mejilla.

-¿Quieres que nos vayamos? –Preguntó.

Max una vez mas se giró para darle un último vistazo.

Algún día volvería. Tal vez cuando terminara su condena, si es que la terminaba. Entonces habría recibido su castigo y sería “digno” de visitarlos.

Después de eso le miró y asintió levemente, incorporándose un poco torpemente del suelo.

Salieron del cementerio y subieron al coche. No tardaron mucho en arrancar y el rubio a conducir.

-¿Me llevaras a la cárcel, por favor?- Le preguntó Max, sin tener fuerzas para mirarle.

-No.- Contestó rotundamente. –No dejare que te encierren.-
Max se revolvió un poco en los asientos traseros.

-¡Quiero que me encierren! ¡Es la única cosa que quiero en este maldito mundo! –Grito, aunque quedó un poco Shokeado al pensar de que no era verdad. Había una cosa, alguien mas que quería en este mundo.

-Lo siento Max, pero no te voy a dejar marchar.-

Hizo un giro algo brusco. Quería llevarlo a un parque escondido que conocía pero cambió de opinión. Irían a su piso.
-¡Es lo que merezco! Maldita sea si no me dejas marchar saltaré del coche!-

Al escucharle paró el coche y sin decir nada salió de él para meterse en la parte trasera. Se sentó a su lado y tomó una de sus manos.

-Una semana...- Soltó mirando sus ojos. -Dame una semana para hacerte ver que tu lugar es a mi lado y que cualquier cosa que hayas hecho en el pasado, allí se debe de quedar. No te dejare pensar ni un segundo en nadie que no sea yo ni en nada que te hiera.

Max le miró con cara de asombro. Aquello era una declaración. No había dudas. Sus mejillas habían tomado un rojo intenso y su corazón entró en combustión a causa de lo rápido que latía. No podía negárselo. Había entrado en su vida, muy intensa y profundamente. Nunca podría olvidar esa amabilidad y afecto que le había dado y casi inyectado a la fuerza.

Sus ojos,  del color de las espigas de los campos le miraban, casi imploraba que dijera que sí.

-Si no consigo hacerte cambiar de parecer, yo mismo te acompañaré para que te arresten.- Siguió con algo de dolor. Apretó sus manos antes de sentirse débil. Esas palabras le dolieron. Pero no fue necesario. Max reforzó el encaje de sus manos.

-Si es así, acepto...-

Se mordió suavemente el labio, mirando la tapicería del asiento, aún no estaba preparado para corresponder ningún sentimiento aunque dentro de él hubiera miles de sensaciones y emociones hacia aquel chico.

Gabriel sonrió ampliamente y le abrazó con fuerza.

-Gracias...-

Tomó sus mejillas y unió ambas frentes.

-No te fallare...- Le susurró con dulzura aunque eso hizo apartar al moreno.

-Nunca digas una cosa así, porque si luego me fallas y me hieres no te lo podré perdonar...-

Esta vez le miró a los ojos, chispas de locura se reflejaban en aquella orbe tal maltratada por las lágrimas.

Gabriel en vez de sentirse espantado le sonrió, sin dejar sus mejillas estiro su cuello para llegar a la frente ajena para besarla Significaba que le protegería hasta que no pudiera más.

El otro se quedó quieto. Cerró su ojo al sentir esos labios presionar su frente, manteniéndose de ese modo, como si esperara algo mas, aunque nunca llegó, con lo que, tal vez, algo apenado volvió a abrirlo. Al hacerlo se encontró con unos cuantos bocadillos y bebidas.

-No has comido desde hace un montón de horas. Debes de tener hambre.- Supuso mientras le entregaba uno de jamón serrano.-

Habían parado en una cuneta, la cual estaba al lado de un campo de pastos con hermosas manchas rojas formadas por amapolas. Una suave brisa los acompañaba, la cual hacia un ambiente perfecto para hacer un pequeño picnic.

-Vayámonos a comérnoslos a fuera del coche, aparte de que no quiero que se llene de migas.- Le sonrió mientras volvió a abrir la puerta y sacaba la comida restante.

Había unas anti-estéticas vallas que habían quedado abandonadas en ese lugar, perfectas para sentarse. El rubio fue el primero en tomarlas como tal, esperando a que Max hiciera lo mismo.

Una vez los dos sentados empezaron a comer, solo Gabriel. Max se quedó mirando el prado. No tenía hambre no podía evitar pensar en que hacía muchísimo tiempo  que hacía algo semejante. Sus padres dejaron de hacer excursiones, hacia tanto que no podía especificar la época. A pesar de que su hermana siempre estuviera jugando a solas en casa, tampoco la sacaban a jugar al parque y a causa de su antisocialidad él tampoco lo había hecho.

Sollozó.

Sin embargo siempre habían tratado con  poco amor a esa pequeña niña y lo que más le dolía era que siempre estaba sonriendo. No recordaba una sonrisa más sincera y  bonita que aquella o tal vez no...
Justo en ese instante, al ver los cabellos ondeantes y los brillantes ojos de Gabriel, se dió cuenta de que a quien le recordaba, era a esa niña, su hermana. Su sonrisas eran igual de dulces y sinceras.

Intento dibujar una en sus labios pero solo mostraban amargura. Cerró los ojos dejando caer dos brillantes lágrimas que ni siquiera rozaron sus mejillas. Fueron a parar al polvoroso suelo, En el cual, se fundieron al instante con la tierra.

Le miró, comía distraídamente, mirando el paisaje.

Le había visto llorar por eso se mantenía en silencio. Pensaba que tal vez deseaba hablarse un poco a él mismo aunque se sorprendió al notar una presión en su hombro. Max se había apoyado un poco en él.
De nuevo el rubio se estremeció y ruborizo con levedad. No hizo nada. Le dejó mientras terminaba de comer.

Su corazón latía con tanta fuerza pero a la vez se sentía tan reconfortado y lo mejor de todo era que no le preguntaba ni apartaba. Al cabo de un rato empezó a comer mientras perdía su mirada en esos campos..

Una vez terminaron no estuvieron mucho más rato allí. Subieron de nuevo al coche y por fin fueron al piso.

Durante esa semana Max debería de estar escondido. Estaba prácticamente seguro que no irían a mirar a su casa con lo que allí estaría a salvo.

Cerciorándose de que no hubiera nadie Subieron las escaleras del bloque.  Estaba algo nervioso mas que nada porque su casa no era muy corriente.
Llegaron delante de la puerta.

-Escucha...- Le miró. Su rostro se veía preocupado.- No quiero que te asustes por lo desordenado que esta...-

Negó con la cabeza. -No me importan este tipo de cosas..- Torció levemente su labio. Estaba acostumbrado a ello. En su casa nunca había orden de ningún tipo. Su madre a causa de la depresión que le causa la situación familiar no ordenaba ni limpiaba casi nunca.

-Bueno…-

Con algo de timidez tomó su llave y la puso en la cerradura para girarla. Abrió lentamente la puerta, dejando que entrara primero.

Una vez dentro la casa se veía normal, pues era más cómodo para él si tenía que abrirle puerta a alguien. ahorrarse cualquier mirada o pregunta.

Pero a medida que caminabas los objetos empezaban a amontonarse por las estanterías y suelo. Max  se quedó parado en lo que parecía ser el salón aunque estuviera repleto de cosas.

-Siéntate…-

Le hizo espacio en el sofá. Sin mas, el menor se sentó. Gabriel se quedó de pie, pensando en  que podían hacer.

-Gracias...- De repente la voz del moreno rompió el silencio.

Hasta el momento no había tenido el valor de decirlo. Se  sentía agradecido por lo que había hecho por él porque tal vez necesitaba eso y él, lo vio.
Le llevó donde fue necesario, incluso cometió un delito. Y todo por intentar hacerlo feliz, para que su mente y cuerpo pudieran estar tranquilos de una vez por todas.

Para aquello aun faltaba mucho pero había sido un gran paso. Ese nudo que se había atado intensamente apretado se había aflojado un poco y le dejaba sentir el aire bajar por su garganta.

Gabriel lo miró. Su corazón se aceleró un poco y no pudo evitar sonreír. Se arrodilló ante él y tomó sus manos. En la caída al suelo unas bolsas que parecían estar repletas de latas de bebida y paquetes llenos de comida, tal vez pasada, se rompieron al instante en miles de pedazos.

-No tienes que agradecerme nada, te mereces estar en paz, de una vez por todas.- Dijo mirándole a los, sin dejar de sonreírle.

Por alguna razón le entraron ganas de llorar, ahora aquello era como si se lo dijera su  propia hermana. Su cuerpo se movió para abrazarlo, pero su intenso miedo lo detuvo, aunque Gabriel se encargó de terminar aquello, uniendo ambos cuerpos en un intenso y firme abrazo el cual, Max no pudo rechazar.

Al cabo de un rato, se fueron separando, Gabriel se encargó de que sus distancias fueron pequeñas. Quería besarle. Le miraba con dulzura. El rostro del moreno aun se mantenía bastante apegado al suyo.

Sin embargo ese abrazo era todo lo que Max necesitaba. Le hacía sentirse querido y lo llenaba de una calidez que nunca antes había sentido. No pensaba en nada más que aquello y de lo sumamente agradable que era. Pero para Grabiel era diferente. Su mente iba mucho mas allá y quería más, conocía el placer que iba después y no podía parar de pensar en aquello. Involuntariamente fue posando el peso de su cuerpo encima del de él. Max lo notó pero no hizo nada al respecto, solo seguir abrazándolo. Estaba agotado. Había sido un día muy largo y en sus brazos se sentía bien y descansado.
.
Sin darse cuenta sus respiración fueron acelerándose a causa de la intensa sensación de calor y la dulce presión del cuerpo ajeno. El menor se apegó un poco más.

-Max...- Susurro el rubio, buscando su rostro.

El moreno el cual estaba inmerso en el aroma y calidez del mayor casi no escucho su voz aunque a la segunda vez le miró con su intensa y aguada mirada azul. Sus irises se cruzaron y mezclaron en una gama de colores totalmente distinta. Ambos cuerpos se sofocaron un poco más.

Unas latas que estaban colgando de una bolsa se cayeron y la mezcla del contacto se corto, haciendo que el moreno apartarla la mirada al instante. Un intenso sonrojo y una sensación extraña invadió su cuerpo. Se sentó correctamente, mirando el suelo aunque tal vez en aquel momento no era el que se sentía peor.. Gabriel miró a su alrededor y se mordió el labio. Sus ojos se humedecieron levemente. Toda aquella basura le recordaba  a lo desgraciado y vacío que se sentía. Siempre había intentado llenar su vida con cualquier cosa, pero nada parecía borrar esa sensación.

-Bueno...¿Quieres que te enseñe tu habitación?- Preguntó el rubio.

Se frotó el rostro intentando hacer desaparecer esa sensación de tristeza de su mente. Max aun inmerso en sus pensamientos le miró de reojo y asintió. Se levantó y fueron un poco más adentro de aquel piso que para nada mejoraba.

Gabriel no se atrevía a decir nada. Se sentía apenado por el estado de su viviendo pero sabia que seria muy hipócrita de su parte decir que “Le disculpara por todo el desorden.” porque él era el único responsable de todo aquello. Apartó unas bolsas de la puerta y entraron en una habitación, la cual estaba llena de trastos que el rubio no dudó en apartar y sacar fuera para poder abrir la venta y ventilarla un poco.Se trataba de una habitación un poco pequeña. No obstante tenía una cama, un armario y una mesita de noche con una lamparita, la cual le faltaba la bombilla, pero eso era algo fácilmente arreglable. Las paredes era de un suave color azul y la luz entraba clara y blanca. Los muebles eran de un bonito color de madera pese a que estaban algo polvorientos.

-A pesar de todo..¿te gusta?- Preguntó tímido, por primera vez después de un largo rato.

Miro al chico, el cual había estado en silencio. Solo asintió y le sonrió con debilidad.

-Es más de lo que merezco..- Contesto mientras daba unos pequeños pasos.

-Por supuesto que te lo mereces...- Contesto mientras abría el armario y sacaba unas sábanas nuevas, pues en verdad ese colchón no había sido estrenado y esas sabanas,las cuales eran para los invitados o amigos que podrían quedarse a dormir, tampoco.

-Ahora mismo te haré la cama y te limpiaré un poco esto...- Siguió diciendo mientras deshacía los pliegues de esa suave tela.

-No, deja que lo haga yo, por favor.- Se le acercó un poco y le miró.

-Pero..-

- Por favor...- Max siguió insistiendo.

Gabriel tampoco era muy dado hacer ese tipo de cosas y al ver que por fin Max tomaba la iniciativa en algo terminó por sonreírle y cederle la sabana.

-Esta bien.- Se mordió interiormente el labio y le acarició el pelo. -Tomate tu tiempo. Yo iré a darme una ducha....-

Tal vez era lo que más necesitaba en esos momentos. Se había acelerado bastante en el sofá y sabía que no debía dejarse llevar por sus deseos a pesar de que por un momento creyó que el otro iba a corresponderle.




El tiempo paso y enseguida los dos entraron en una especie de rutina de la cual no podían salir por más que lo intentasen. Mas que nada porque no podían hacer otra cosa. Gabriel tenía que ir a trabajar al hospital durante todo el día y Max se quedaba en casa haciendo la comida y limpiando, todo por voluntad propia.
Lentamente y sin que casi el mayor se diera cuenta fue limpiando su piso y a la vez llenando su corazón. Lo mejor de todo era que Max se sentía bien con aquello. Nunca había sido muy bueno estudiando ni en la escuela, con lo que no echaba  de menos el instituto ni tampoco a los pocos amigos que tenía en el y como a la vez le gustaba cocinar y su mente se mantenía atareada limpiando, se mantenía bastante estable.
Una tarde encontró unas pesas, cosa que le hizo emocionar un poco. En el fondo echaba en falta practicar ejercicio.

-Oye...¿Realmente estas bien que te deje todo el día solo?- Preguntó Gabriel mientras cenaban la tortilla de patatas casera y ensalada de Max. Le llamaba como mínimo dos veces al día porque quería saber de su estado y si todo iba bien. Pero igualmente le sabía mal.

-Si, tranquilo, todo esta bien. Tampoco estoy muy acostumbrado a la compañía con lo que es algo nuevo que me presten este tipo de atenciones.- Contesto.

En verdad quiso decirle que aun no estaba seguro si le gustaba que se preocupara tanto por él aunque en el fondo se sintiera algo feliz.

Siguieron comiendo. Gabriel siempre intentaba sacar algún tema de conversación después de contarle todo lo que había hecho durante el día pero tampoco quería agobiarlo.

-He encontrado unas pesas. ¿Las podría utilizar?- Preguntó de golpe el moreno.

-¿Pesas?- Se quedó pensando unos momentos, sin recordarlas. -Ah...- Las había "cogido"del gimnasio en el cual empezó a ir un tiempo atrás.-...Claro, me parece una idea genial. -

Le sonrió mientras seguía comiendo otro bocado de esa jugosa tortilla.

- Realmente se te da bien cocinar. -Le alago.-

-Gracias, tuve que aprender. A veces mi madre solía darle por no querer hacer la comida y si queríamos comer debía de hacerlo yo.- Suspiro bajando su mirada hacia la mesa.

-Tómalo como algo positivo, no todo el mundo sabe cocinar. Por ejemplo yo. Siempre compraba bocadillos o comida precocinada. Ahora mi dieta es mucho más equilibrada y deliciosa.-

Le sonrió feliz cosa que también hizo sonreír al moreno, a la vez que le sonrojaba.

Esas pequeñas conversaciones eran lo mejor del día para ambos.

Y así casi pasó toda la semana, que a la vez fue tan larga y tan corta.

***

Gabriel se sentía ansioso. El tiempo que habían acordado estar juntos se estaba agotado y Max no parecía cambiar de opinión ni su forma tan tímida y fría de ser.

Aunque la realidad era otra. La mente de Gabriel poco a poco se había quedado limpia de dolor y su casa lo reflejaba. No se fijó en que no había bolsas ni suciedad por el suelo y ni un plato para lavar. Todas las cosas que innecesarias o rotas habían sido clasificadas y guardadas en los lugares que les correspondían. Sus pensamientos y preocupaciones habían sido focalizadas en Max y esas sensaciones de angustia y vacío había sido bastante llenadas sin darse cuenta.

En cambio Max ,a pesar de que su mente había sido llenada de tareas domésticas, cuando las terminaba su tormento volvía. Sabía cuál era su castigo y destino. Y le dolía más que nunca porque había caído y sus nuevos sentimientos le delataban y clavaban como nuevos alfileres.

-Max...- Murmuró.

El moreno le miró.

-Este fin de semana...¿Qué te gustaría hacer?-

Quería pasar todo el tiempo que pudiera con él.

El moreno no le contesto. No sabia que decirle. No creía que se mereciera ir a ningún sitio.

-No me apetece salir. Si quieres hacerlo, .puedes ir sin preocuparte.- Le sonrió levemente aunque ese dulce movimiento se borró enseguida.Odiaba sentir su piel tirar a causa de las cicatrices.

-Max, yo tampoco quiero salir si no es contigo...- Le miraba directamente. Lo decía muy en serio. -Si quieres podemos quedarnos en casa mirando una película -

En esa semana se había dado cuenta de lo mucho que le gustaban las fresas. Tal vez comprara un buen helado de fresas para la ocasión.

Entonces Max le miro a los ojos y terminó por asentir. En su mirada había algo de miedo y preocupación.También se daba cuenta de que solo les quedaban dos días.

-Entonces...¿qué película quieres ver?-

-Cualquiera que te guste estará bien.- Siguió, intentando volver a sonreír. Aunque entonces el rubio se levantó y fue donde él, poniéndose delante, acuclillado, pues se encontraban sentado del sofá.

.- Max.. si te he preguntado es porque quiero saber tu opinión.-Lentamente fue acariciando su mano, haciendo que sintiera calor.-¿Qué géneros te gustan?-

El preguntado le miro a los ojos una vez más, pidiéndole que no siguiera. Que no le preguntara mas cosas y le tratara con tanta dulzura. ¿De qué serviría decírselo? Se iría.

-Me gustan las películas de humor o acción. Aunque si es buena, cualquier género me gusta.- Suspiró con suavidad. Igualmente le contesto. Sentía que esa era la única manera de corresponder todo lo que hacía por él.

-Oh, no esta mal. Entonces creo que ya se que película podríamos ver. -

Por supuesto escogería una película de humor. Deseaba hacerlo reír, fuera como fuera. En toda esa semana no lo había hecho ni una sola vez.

Sus manos seguían cogidas. Gabriel le sonrió y subió una de ellas para llevarla a la mejilla del chico. Sus cicatrices habían curado muy bien y eso le hacía feliz. Con la yema de sus dedos rozó las de su labio. Lo miraba con ternura y tocaba con dulzura pero para Max era demasiado. Al sentir el roce su pupila se dilató y enseguida lo apartó.

-Me duele...- Murmuró.

Gabriel sabía que era casi imposible que aun le dolieran pero de alguna manera le entendía y a la vez le dolía. Eso significaba que su mente aun seguía igual de perturbada y dolida.

-Lo siento...- Le contesto aunque no se separó, como ese primer día se acercó a él y lo abrazo, tomando con una de sus manos su nuca y la otra su cintura. -¿Cómo puedo hacerte feliz?- Susurró en su oído. -Necesito hacerte feliz...- Siguió susurrándole con la voz rota. Max se mantenía como en una especie de shock. Sus ojos se mantenían parados, mirando el techo, chispeantes en múltiples sensaciones y sentimientos. Cerró su orbe, dejando caer una lágrima.
No había nada que pudiese hacerle feliz o eso creía el moreno.

-Esta bien con lo que haces...ya es demasiado...- Con una expresión de dolor y arrepentimiento correspondió su abrazo con timidez y suavidad. Jadeo adolorido y hundió su rostro en su cuello, lo ocultaba.

“Si pudiera quedarme aquí...”Susurraba dentro de sí mismo.

Incluso dentro de él le daba vergüenza tener esos pensamientos. Especialmente de sí mismo, por pensar en algo que no fuera ser castigado por la atrocidad que había cometido.

Gabriel acariciaba sus suaves cabellos negros, tan o más triste que él. No quería dejarlo ir pero se lo prometió.

No supieron cuanto rato pasó antes de que sus cuerpos se separaron. Una vez mas se quedaron mirando. Mezclando sus miradas, tan distintas pero a la vez tan semejantes.
El rubio quería romper esa pequeña distancia que quedaba entre ellos.
Sus labios casi se rozaban, haciendo chocar sus respiraciones cada vez más aceleradas, pero una vez más Max se separó. Tal vez si se besaban luego ni él mismo quisiera irse y eso era algo que no debía pasar.

-Lo siento...buenas noches...- Se levantó de ese sofá y sin mas se encerró en su habitación. Se tumbó y sin quererlo se quedó pensando quedado abrazado a su almohada.

-Perdona, perdóname...- Susurró en la oscuridad de su cuarto quedando dormido, acunado entre sus pensamientos.




El sonido del teléfono repicar dentro de su pantalón y la vibración de este despertaron a Gabriel, el cual terminó por quedarse dormido en el sofá, en la misma posición en la que lo había dejado el moreno.

-¿Si..?- Preguntó sin abrir sus ojos aun con un pie entre los sueños

-¿Ya estas listo?- Pregunto una voz femenina.

-¿Qu..é?- Abrió sus ojos de golpe, a la vez que una punzada de dolor retorció su estómago. “No puede ser...”

Hoy era el día que había quedado con sus amigos Hacía meses que habían estado planeando esa salida. Lo peor de todo era que él era uno de los que más ilusión había puesto y le hacía en ir a visitar esa ciudad.

Se quedó sin habla.

-¿Gabriel?- La voz preguntó.

-Me acabas de despertar...- Murmuro aun sin saber como reaccionar.

-¿¡Qué!? ¿Cómo que te acabo de despertar? Habíamos quedado a las 8 para poder llegar mínimamente temprano y hacer algo de turismo y lo sabes.-

-Perdona..se me pasó totalmente.- Siguió diciéndole.

-¿Estas bien?-

-Eh.. si...-

No sabia que hacer. Sus pulsaciones iban realmente aceleradas y el pecho le dolía. No quería ir pero a la vez le sabía terriblemente mal. Hacía tanto tiempo que habían estado planeando ese viaje. Ahora pensaba en los ahorros que tenía en su libreta. Se mordió el labio.

-¿Gabriel sigues aquí?-

Se podían escuchar murmullos a través del auricular del teléfono. Al parecer todos ya estaban juntos. Gabriel era un chico bastante popular y sociable. Tenía buenos amigos en el hospital y no quería fallarles pero a la vez estaba Max. Quería pasar esos días con él, era importante. Muy importante. “Joder...”

-Si, sigo aquí...
-
-¿Realmente estas bien?-

-Si, no te preocupes, tranquila.-

Aun no sabia que decir o hacer hasta que sintió la puerta de la habitación de Max abrirse. El moreno se lo quedó mirando.

-¿Vas a venir o no?- Su tono sonó algo seco. Parecía enfadada.. Estaba entre la espada y la pared. Podía ver la mirada fría y cansada de Max y escuchar a la vez esa voz que empezaba a molestarse.

A través del teléfono también Max pudo escuchar a la chica. El rubio tenía el altavoz muy alto.

Enseguida entendió el problema y la situación.

-Ve, no te preocupes por mi.-Dijo sin pensar.

Nunca había querido ser una molestia y aquel mecanismo de autodefensa aun salia solo. Aparte de que tal vez, era lo mejor que le podía pasar en esos momentos para.Serviría para no engancharse más a ese chico.

-Pero...-

-En serio, ve.- Intentó sonreírle. -Yo estaré aquí. Hoy me duele un poco la cabeza así que el silencio me ira bien...- Intentó excusarse de alguna manera.

-Bueno, entonces por la noche estaré de vuelta.-

En el fondo no terminaba de estar tranquilo pero se dejó llevar y sonrió bastante feliz a la vez que confirmaba que ahora mismo se arreglaba para salir.

Dio pastillas contra el dolor de cabeza a Max y luego se fue, pero no sin antes darle un abrazo.

-No dudes en llamarme, sabes cual es mi numero. Siempre lo hago yo...seria tan feliz si esta vez lo hicieras tu...- Murmuró, casi besando la piel de sus mejillas.

Max no pudo mirarle. Se sentía tan cohibido y débil cuando hacía aquellas cosas.

-Que vaya muy bien.-

Le miró durante unos segundos antes de separarse de él y despedirse con su pálida mano.

No iba a llamarle. Eso no ayudaría.

Cuando se fue se puso a hacer su rutina de cada día.

Como cada día desde que vivían juntos hizo la cena y se propuso esperarlo. Sabía que para el enfermero era más agradable comer con compañía y para él, en el fondo, también. Era algo que habían terminado por acostumbrarse.

Pero Gabriel nunca llegó. El pollo se enfrió, al igual que toda la comida.

Max no pudo evitar en preocuparse. ¿Y si habían tenido un accidente de tráfico? Siempre que se atrasaba un poco solía llamarle. Miró el teléfono desde la silla en que estaba sentado. Suspiró y terminó por esperarlo un poco más aunque cada segundo que pasaba era un suplicio.

No podía aguantarlo, necesitaba saber si estaba bien.

Marcó los números de teléfono y espero. Escuchaba el latir de su corazón en sus sienes. Trago duro escuchando los pitidos de comunicación.

-¿Sí?-

Esa no era su voz.

-¿Gabriel?-

-Ahora mismo Gabriel no esta para ponerse al teléfono.- Dijo entre risas. De fondo se escuchaba música y sonidos de vidrio chocar. ¿Un bar?

-Ah.. entiendo..-

-¿Quién eres?-

-Ah..un amigo...-

-¿Cómo te llamas? Así le digo que has llamado.-

-No hace falta, gracias.-

Y sin más Max colgó. No podía arriesgarse a decir su nombre.

Al menos sabía que estaba “bien”.
Después de eso guardo toda la comida. Se le había quitado el hambre. Se fue a la cama sin saber cual era la sensación que rondaba en su interior.




A la mañana siguiente se despertó considerablemente tarde. Una vez mas se había pasado la noche dando vueltas, pensando, sintiendo que realmente lo mejor que podía hacer era irse. Esa noche lo había sentido más que nunca.

Al ir al comedor se dio cuenta de que aun no había regresado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que enseguida se limpio con el dorso de la mano. Tal vez también lo había entendido y había terminado por usar el mismo método que él. Cortar la relación a palo seco. Era lo mejor para que luego la despedida fuera menos dolorosa aunque igualmente ¿por qué dolía tanto? Las lágrimas seguían saliendo desesperadamente de sus ojos. Lentamente se fue sentando en el sofá y se acurrucó entre las almohadas. Allí se dio cuenta del aroma que desprendían.

“Gabriel...” pensó mientras hundía su rostro en ese hueco que solía sentarse él.

Como se odiaba. Se odiaba intensamente por querer tener algo con ese chico e intentar vivir.

-Lo siento..-Repitió mientras seguía hundiéndose, acurrucándose con fuerza en esa esquina, simulando sus brazos con los propios.

Por otro lado, corriendo tanto como los pies se lo permitían Gabriel se dirigía hacia su piso.

Había sido un viaje francamente horrible. Lo único bueno habían sido los momentos en que visitaban la arquitectura del lugar, era lo que más le interesaba ver. Luego, por la noche, cuando se dirigieron hacia aquella discoteca todo se volvió borroso.

La ansiedad se apoderó de él, pues se dio cuenta de que no podría volver esa noche. Empezó a beber hasta casi perder la conciencia la cual no recobró totalmente hasta el siguiente día.

Para disculparse se paró unos momentos a comprar ese helado de fresas que había planeado regalarle un par de días antes.

Se sentía muy mal por haber malgastado tantas horas sin él.

Dio varios pasos antes de verlo tumbado en el sofá. Dejó caer el helado y se acercó rápidamente a él. Parecía dormido.
De alguna manera la sensación que sentía al estar de esa forma con él era la misma que experimento cuando le vio por primera vez.

Se inclinó, intentando buscar su rostro pero estaba tan escondido en la esquina de ese sofá que era imposible..

-Perdóname..- Susurró mientras apoyaba con suavidad su frente en su hombro. Le acarició el pelo, mirándole con tristeza.

Entre sueños podía sentir sus caricias. No abrió su ojo pero su cuerpo ya estaba despierto o se estaba despertando.

Después de unos segundos largos de dejarse acariciar movió su cuerpo y lentamente su rostro para encontrarse con el de Gabriel.

-Hola...- Susurró el rubio, sonriéndole dulcemente.

-Hola...- Respondió de la misma forma el segundo. Gabriel no dejo de acariciarle.

-Perdóname, no era mi intención no volver ayer pero las cosas salieron de una forma muy distinta a la que quería. Me comporte como un niño.y lo siento mucho, muchísimo..-Se explico siguiendo manteniendo aquel tono suave de voz.

Max le escuchaba y realmente tenía suficiente con aquello. Se giró del todo y por primera vez en todo el tiempo en que habían estado juntos fue él quien le abrazo.

-Ya da igual..- Lo importante para él era que ya estaba a su lado. En el fondo era asi. A pesar de que sabía que no era lo correcto era esa la verdad. El enfermero, algo sorprendido, correspondió el abrazo con fuerza.

-Max...-

De alguna manera se subió en el sofá y se puso encima de él, quedando otra vez a milímetros de distancia. Los brazos del moreno seguían rodeando su cuello.

-Déjame besarte...- Rogó el rubio.

Max más que avergonzado desvió su mirada.

-No me pidas eso...- Su orbe se cristalizó. No podía permitírselo. Sería completamente absurdo y solo serviría para herirse mas.
Gabriel lo miraba con intensidad y sabía que fuera cual fuera su respuesta no podría resistirse un segundo mas. Lo había añorado y había sufrido tanto su ausencia que si no hacia aquello se arrepentiría toda su vida, con lo que, tomó su mentón y dulce pero firmemente juntos sus labios
en un intenso pero tierno beso que duró todo el tiempo que sus pulmones se lo permitieron.

Ambos casi sin respiraciones se quedaron sin habla. Sus miradas se mantenían juntas, chocando ardientes alientos y sintiendo la calidez y humedad de los labios ajenos aun en los propios.

Parecía que aquel momento no fuera a romperse nunca. Una sensación demasiado espesa rondaba por sus mentes como para que se dieran cuenta de nada o de casi nada.

Un extraño sonido procedente del estómago de Gabriel rompió el encanto del momento.

-Mierda...- Un sudor frío recubrió su cuerpo y un intenso mareos se apoderó de él. Tuvo que salir corriendo a vomitar en el baño, teniendo la suerte de que su piso era pequeño. Max algo alarmado no dudo en ir con él.
Estaba acostumbrado a confortar a su hermana pequeña o incluso a su madre cuando estaban enfermas.  
A pesar de todo apretó con fuerza los dientes. Era bastante sensible a ese tipo de cosas y el intenso olor a alcohol le mareaba e incluso hacía entrar arcadas. Puso una mano en su espalda y la frotó con suavidad, al igual que con la otra aguanto un poco su largo y suave pelo.

-Lo siento...- Dijo como pudo, Se aguantó unos segundos el siguiente vómito. Por la angustia alguna que otra lágrima bajaba por sus ojos al sentir como sus tripas expulsaban con rabia todo aquel alcohol que nunca debió de entrar en él.

-Tranquilo...- Susurró sin dejar de acariciarle ni un solo momento.  Cosa que de alguna manera le hizo sentir como en casa.

Cuando terminó de sacarlo todo Max le acercó un vaso con agua para que se enjuagara la boca.

-Gracias....- Se enjuago a la vez que limpio los ojos.

-No hay de que...- Max se lo miraba con tristeza a la vez que preocupación. -Te acompañare a tu cuarto, estás muy pálido...- Dijo en un hilo de voz. No se había podido recuperar de esa neblina de cálidas sensaciones. Su cuerpo aun sentía un extraño hormigueo que no podía terminar de procesar. Lo ayudó a levantarse y a paso lento llegaron a su cuarto, donde le ayudo a tumbarse y a acomodarse un poco.

-Max, de veras que lo siento. Yo no debí beber tanto pero es que no sabía que hacer para que las horas pasaran más rápido...- Su cabeza aun daba vueltas y su voz sonaba distorsionada. El sabor amargo de su boca tampoco ayudaba mucho.

El moreno al escuchar sus palabras sintió una punzada en el estómago. Otra vez un cubo de emociones fue salpicado contra su cuerpo. Alivio, estupidez, arrepentimiento, vergüenza...Se sentía idiota por haberse comportado como una chica a la cual su novio la había estado engañando. Y a la vez no haber confiado en él. Aunque tal vez lo peor era el simple hecho de haberse creído que formaba parte de algo,que entre ellos había algo.

Algo.

Rozo sus dedos contra sus labios, recordando el tacto de los de Gabriel. Aquel beso había sido tan desintoxicante y a la vez envenenado. Cerró los ojos y se tumbó a su lado. Gabriel se había quedado dormido con lo que se lo quedó mirando sin temor o tanta vergüenza. Suspiro y enseguida desvió su vista a la almohada. No quería recordarlo con claridad. Aunque sus ojos, por mucho que lo intentase no podían olvidarles porque eran los mismos que los de su hermana, incluso, estaba prácticamente seguro que mas intensos y atrayentes.

Lo iba a echar de menos. Eso es lo que pensaba y no quería escuchar dentro de sus cabeza. Se quedó tumbado a su lado hasta que una vez mas, por puro cansancio emocional se volvió a quedar dormido.




Varias horas después Gabriel despertó, encontrándose sorprendentemente con el durmiente rostro de Max. Lo primero que recordó fue aquel beso, luego, a causa de su desagradable sabor de boca, lo que había tenido que presenciar Max y luego casi y nada mas. Dejó durmiendo al chico y se levantó, encontrándose el helado prácticamente derretido en el suelo.

-Mierda..- Murmuró mientras lo tomaba y lo metía lo más rápido posible en el congelador . Aquel helado le recordó mucho mas. Eran las 8 de la tarde y mañana iba a ser lunes. El último día que les quedaba para estar juntos, aunque dependía de Max

-Joder..- Lamentos y maldiciones eran las únicas palabras que podían salir de la boca del enfermero. Se frotó los ojos intentando aguanta la intensa resaca que llevaba encima. Debía hacer algo, tenía que hacer algo al respecto. Suspiro. Solo le quedaba aquello, aquel pequeño plan.

Encontrarse con toda aquella comida preparada en la nevera aun le hizo sentir peor. La tomó toda e intentó arreglarla aunque igualmente el sabor no cambió mucho. Solo era de un día para otro. Tal vez incluso estaba mejor. La calentó y puso la mesa, preparando alguna que otra cosa más y por último puso la película que esperaba que le dejara con un buen sabor de boca a Max.

***

El agua de la ducha lo despertó. Estaba solo en la cama y un delicioso olor inundaba todo el piso. Froto suavemente su ojo y se levantó. Al ir al comedor y ver todo aquello lo hizo quedar un poco sorprendido. El estómago le rugió, no había comido nada desde el día anterior por la mañana. Tras de él apareció Gabriel aun con una toalla en la cintura.

-Hola, ahora mismo vengo contigo. Si quieres puedes empezar a sentarte en la mesa...-Le sugirió mientras volvía a su cuarto para vestirse.

Una vez los dos en la mesa para cenar.

-¿Ya no estas mareado?- Preguntó Max.

-No, ya estoy prácticamente bien, gracias por todo..-  Murmuró mientras se ponía un poco de agua para ambos.

Max simplemente negó con la cabeza. No sabia que decir, con lo que simplemente empezó a comer.

No se miraban y solos los sonidos de los cuchillos cortar la carne y el crujiente de las verduras sonaba en ese lugar.

-Max..¿Antes de irnos a dormir querrás mirar una película conmigo?- Pregunto con temor.
El aludido miró la hora. Eran las diez y media de la noche, no tenía sueño aunque prefería estar descansado para el día siguiente, pues no sabía lo duro que podría llegar a ser. Pero al ver aquellos ojos y su expresión terminó por asentir. Gabriel sonrió.

-Bien, espera solo un momento, si quieres siéntate en el sofá.-

Limpiaron la mesa y dejaron los platos. Gabriel insistió en que fuera a sentarse. Quería preparar las copas de helado de fresa. Las decoró con algunos trozos de fruta que tenía y chorros de leche condensada. A veces compraba alguna lata para darse un pequeño y dulce capricho con el café. Fue con una relajada y tímida sonrisa hacia donde él.

-Espero que te guste y no estés muy lleno.-

Max se quedó mirando la copa de helado algo sorprendido e ilusionado. Se veía deliciosa. Tragó duro y balbuceando le dio las gracias.

-La tomó con cuidado con las manos, mirándola con los ojos más abiertos que nunca. Incluso le brillaban un poco.

Gabriel se sentó a su lado y tomó el mando para darle al play a la película, la cual ni tardo 5 segundos en empezar.

El rubio miraba de reojo como el otro comía. Se le veía, tal vez ,más concentrado comiendo que no mirando la película. De alguna manera le hacía feliz, pues no solía hacer las cosas con esos ojos y ese empeño. Era como si en esos momentos pudiera ver las esas ganas de vivir, que parecían ser inexistentes en él.

A pesar de que Max intentó hacer durar la copa el mayor tiempo posible, se le terminó a los 5 minutos de película. Incluso la relamió metiendo el dedo en ella para poder sacar cualquier pequeño rastro de dulce, dejando ver, quizás, su parte más infantil. Gabriel en cambio estaba más concentrado en él que en la película o el helado.

-¿Quieres el mio?- Se lo acercó, haciéndole sonrojar un poco.

-Pero..- Murmuró.

-Prefiero no comer mucho dulce, además ya estoy lleno.- Le miró tierno mientras se lo acercaba más. -Antes de que se derrita..-

Después de escuchar esas palabras no pudo resistir más. Tímido y con una mirada algo avergonzada tomó su bol.

-Gracias..- Murmuró, tomando enseguida la cuchara para clavarla en esa crema.

-Creo que es la primera vez que como una copa de helado de esta forma...- Max habló de la nada, mientras saboreaba aun el fresco sabor de fresas dulces en su boca.

“Supongo que será una buena despedida..” Pensó mientras miraba tristemente el bol ya un poco mas vacío.

-Te haré siempre las que quieras...-

Gabriel le miró mordiéndose el labio. Sabía que decir aquello no iba a cambiar nada pero ya no sabia que hacer para que se quedase con él.
Ante eso el moreno bajó la cabeza. Le ponía en aprietos y le hacía doler el pecho y la cabeza.

-Has sido realmente amable pero sigo pensando que mi sitio esta en la cárcel...-

Gabriel no dijo nada, su rostro quedó levemente nublado por la sombra de sus cabellos. Se había quedado en blanco, notaba ese duro nudo en su garganta que parecía que a la mas mínima le iba a incitar a llorar. No sabia que hacer. Tal vez podía parecer un luchador pero en realidad era muy débil, a la más mínima se quedaba hundido y prácticamente nada lo podía sacar de sus miserias internas. Y si esa persona, esa persona que había conseguido hacerle sentirse bien consigo mismo y con su entorno se iba, volvería a hundirse, hasta que nada de su cuerpo fuera visible para los demás.

Siguieron viendo la película hasta que esta se termino. Ambos boles vacíos de helado quedaron encima de la mesita de delante del del sofá.

-¿Te ha gustado?- EL rubio decidió romper aquel intenso silencio que se había formado.

Le intentó sonreir con todas sus fuerzas pero en sus labios solo se vislumbro una pequeña y,tal vez, triste sonrisa. Su mirada brilló unos segundos al ver que en la comisura de sus labios había quedado un trazo de helado. Sin darle tiempo a responder, con su dedo pulgar rozó sus labios para retirar cualquier rastro. Luego no dudo en lamerlo.

Max se había quedado en blanco desde el principio. En realidad se había quedado en blanco desde el silencio de Gabriel. Había sido un pequeño shock para él el que no hubiera dicho nada al respecto. No sabia que le había parecido. Si se había quedado en silencio porque le daba igual o porque se había puesto muy triste... Y tal vez lo peor de todo era que no sabía que le dolía más.

Se sonrojo estúpidamente al sentir el roce en sus labios y se retiró.

-Basta..- Murmuró. -¿No...no me has escuchado?-

Intento parecer molesto aunque su balbuceo lo delataba y mas esos colores y luz en su pupila. Gabriel tomó su mentón le hizo que le mirara.

-Almenos déjame mirarte hasta el último momento. No quiero recordar rechazo, no tanto..- Murmuró.

Sus labio temblaron y de nuevo intentó desviar su mirada.

-Su..suficiente...- Murmuró. ¡Ya basta! ¿Por qué lo tienes que hacer tan difícil?-

El moreno se estaba poniendo nervioso. No estaba acostumbrado a sentir tantas emociones y tan dispersas. Su mirada se llenó de lágrimas mientras se ponía en pie, dispuesto en irse a la cama para terminar con aquello. Quería cortar en seco ese sentimiento que parecía ser que lo hacía todo más difícil.

-¿Por qué?- Cada vez su ansiedad subía mas. Su cabeza no paraba de pensar y revolverse en sus propios hilos de espino hasta formar nuevamente un nudo imposible de deshacer sin acabar herido. “¿Por qué tuviste que acercarte a un horrible asesino como yo?” Preguntas que se acumulaban en su garganta en forma de gritos empujaban con desespero. Sus manos se tensaron intentando deshacerse de una manera u otra de esa ansiedad que lo estaba volviendo loco una vez mas. Se las miró.

Gabriel lo observaba, conocía los síntomas, estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad. Sin decir nada se levantó y le tomó con suavidad pero fuerza las muñecas. Sabía que lo primero que iba a agredir iba a ser a él mismo.. Separó los manos de su cuerpo y las llevó a su espalda. Lo abrazó con fuerza sin decir nada.

Solo pudo gruñir en una especie de desagrado y frustración.

-¡¡No..!! ¡Apártate de mi! ¡¿No ves que soy un monstruo?!- Gritó con desespero mientras intentaba separarse de forma casi imposible.

Forcejeo unos momentos pero estaba agotado, agotado de luchar contra su mismo y lo que sentía por él. Esa calidez, ese olor y ese cuerpo que le rodeaban, todo ese conjunto, todo lo que era Gabriel terminó por vencerlo y obligarlo a dejarse llevar por aquello. Aquello y aquel que deseaba y necesitaba tanto. Sus brazos tímidamente agarraron su camisa y correspondió aquel abrazo con fuerza. Sus gemidos y jadeos seguían permanentes en su cuello. La camisa del rubio se empapaba de aguas y de la calidez de su aliento.
Se mantuvieron de esa forma hasta que su voz se tornó en un suave jadeo y su cuerpo empezó a dar pequeñas e infantiles convulsiones provocadas por un leve hipo que enseguida fue parado, forzado por él mismo Max, el cual optó por quedarse eternamente entre esos brazos. “Ojalá...pudiera ser...” Cuando se dio cuenta de sus mismos pensamientos se separó.
Pero estaba siendo egoísta con su hermana.

Gabriel limpio una pequeña lágrima descendiente de su ojo sano, cosa que hizo que le mirara. Su mirada era tan cálida  Era como los rayos del sol. Muchas nuevas lágrimas cayeron de ese mismo lagrimal.
Iba a separarse del sol, de todos los soles, de la luz y de lo poco que conocía pero eso era lo que quería y le tocaba.

Gabriel se inclinó y con sus labios limpió las lágrimas nuevas, empezando a besar con mucha suavidad su rostro. El moreno solo pudo cerrar su ojo. Quería ser egoísta, solo un poco y disfrutar de esos últimos rayos de sol. Las manos del mayor tomaron sus mejillas. Lo atesoro de una forma más íntima para luego dirigir sus labios encima de los de él.

-Deben...deben de ser horribles..- Susurró desviando un poco su rostro.-

-¿El qué?-

-Mis labios..están..rotos y...- No podía decirlo. Tenían  esa horrible cicatriz que se hundía en su piel y lo hacían ver diferente, monstruoso para él.

Gabiel como respuesta volvió a besar sus labios. Haciéndolo algo más intensamente encima de esa marca. No se lo dijo pero esos labios eran los más dulces e inocentes que había besando en la vida. A pesar de todas las circunstancias y todo lo que le había dicho,  seguía viendo a un pequeño ángel que había sido torturado injustificadamente.

Con sus dedos siguió esa pequeña cicatriz que tan bien había intentando cuidar para que su existencia fuera mínima. Paso sus labios hasta llegar encima de ese parche que tapaba su hueco. Lo besó con mucha suavidad. Max suspiro en angustia. Se aferró más a él. Por un momento le pareció que esa caricia iba a ser dolorosa pero fue todo lo contrario.
Sus mejillas se sonrojaron un poco más al sentir como ambas frentes se juntaban.

-Duerme conmigo esta noche, por favor..- Pidió el más mayor en un susurro.

Max se lo quedó mirando. Una punzada se hizo aparecer en su pecho. Deseaba sentir esa calidez un poco mas. Sin poder responderlo con palabras simplemente asintió.

Los dos se fueron a la habitación de Gabriel. Esta era un poco mas grande, pero sin muchos más muebles. La diferencia estaba en una mesa de escritorio con una silla rodante y una pequeña librería, donde colocaba sus libros de medicina.

Max iba con pijama, con lo que no se preocupo en desvestirse ni nada. Gabriel en cambio se quitó los pantalones y la camiseta, junto también con los zapatos y calcetines. Solía dormir de esa manera. Los dos se tumbaron en la cama en silencio. Era una situación extraña, pues ninguno de los dos tenía sueño. El cuerpo del moreno se mantenía de lado, algo encogido y dándole la espalda. Siempre dormía en posición fetal. Gabriel también estaba de lado, mirándole totalmente despierto.Preocupado. ¿O tal vez angustiado? El día se había terminado y no hacia falta ser muy listo para saber cual era la decisión final de Max.

Miraba su cuerpo totalmente encogido.Parecía que tuviera frío. Se veía tan débil y delicado. Sus ojos se enturbiaron en agua salada. No quería que se fuera, no quería verlo encerrado y lejos de él. No podría protegerlo ni saber de su estado. Y lo peor de todo y lo que tenía seguro era que no iba a soportarlo.

Abrazó su cuerpo que parecía estar tallado en hielo.

-No me dejes...- Susurró con la voz cortada, cerrando con fuerza sus ojos, intentando aguantar el llanto y las palabras que vendrían a continuación aunque el silencio fue su respuesta.

No podía responderlo. Era como si la tensión que había aparecido en su cuerpo hubiera bloqueado su cerebro. Solo podía escuchar el corazón en su cabeza y la presión en su pecho.

Su labio temblaba. En su mente en pocos segundos se había formado un enorme conflicto que debatía con él mismo. ¿Por qué no podía rechazarlo y ya esta? ¿Por que su pecho dolía tantísimo al sentir que lloraba de esa forma? Max cerró su orbe y lentamente fue llevando su mano encima de la de Gabriel. El ojidorado al sentir aquello se estremeció. No dudo en entrelazar sus dedos con los de él.

-Te necesito...- Siguió diciendo.

Esa era la verdad. Tal vez Gabriel necesitaba mas a Max que al contrario. Iba a hundirse nuevamente en el fango si se apartaba de su lado.

-Eres realmente cruel al hacerme esto...- Terminó por hablar el ojiazul. Giró su rostro para verle. Quería enseñarle ese horrible rostro con el que se quería quedar. -Maldita sea..¿Por qué no ves que aquí no pinto nada? Debo, debo cumplir con mi castigo,  lo necesito...-

Su respiración se aceleraba. La ansiedad subía por su pecho. Se agarró de sus brazos.

-Dijiste que me dejarías ir...¡mentiroso!- Le empezó a apretar y Gabriel sintió ese agarre y su ansiedad.

No dudó en actuar y ponerse encima de él, agarrándole las manos. Lo enfoco enseguida, quedándose asombrado y totalmente paralizado ante su extraña belleza que la noche y la magia de la luz de luna le mostraban.

Los rayos de luna iluminaban su cuerpo el que cual se encontraba semidesnudo, pues dos de los botones de su camisa de pijama habían saltado por la fuerza para usada anteriormente para girarlo. Y su rostro, en la vida no había visto un azul tan hermoso. Esas lágrimas que caían rabiosamente,  parecían diamantes que se derretían en su piel de plata.

Se retorcía, intentando soltarse. Gabriel no pudo evitar pensar en las ondas del mar por la noche, de alguna manera le recordaba a aquello. Un chico con apariencia tan pacífica pero con un corazón tan perturbado y aterrador. A la mínima entraba tempestad.

-¡Mentiroso!- Seguía gritando. Le miraba de una forma ya casi olvidada. Habian pasado dias desde aquella vez que también tuvo que retenerle de esa forma. Sabia como pararlo. Deseaba pararlo de esa forma.  

Max estaba tan cansado. Sus brazos habían quedado totalmente anulados. Poseía mucha fuerza pero en aquella posición se reducía a casi nada, al igual que su voluntad. La mirada de Gabriel, su cuerpo encima del suyo, sus palabras y sus sentimientos.Todo se mezclaba y pesaba en su cuerpo. Solo su mente le daba la poca fuerza que le quedaba para seguir luchando contra él o eso era lo que quería pensar porque en realidad estaba luchando contra sí mismo, ese dolor y culpa que le invadían por completo.

“No me odies” Pensaba mientras miraba su boca. El enfermero se abalanzó rudamente y como si de aquello dependiera, su boca besó los labios del moreno. Cerró los ojos y esperó a que aquel efecto sedante se manifestara en el cuerpo del menor. Pero disgusto de Max solo parecía aumentar. Sollozaba e intentaba gritar aun con su boca totalmente pegada a la de él. En realidad cuanto más forzaba más apasionadamente le besaba.

-Basta...maldita..sea !basta..!- Rogó el ojiazul.

Todo aquello le estaba matando. Su corazón iba a mil por hora. Los labios del enfermero, a pesar de su rudeza eran tan suaves y dulces. Al igual que su lengua, la cual lamia y rozaba cada parte de su boca, haciendo que ambas salivas y cuerpos ardiesen y se mezclasen. Ya no sabía si le estaba evitando o correspondiendo. Era una constante lucha entre ambas bocas en la cual parecía ganar el rubio, pues el otro olvidaba por segundos hacer fuerza con los brazos.
Llegaron a tal punto que los dejó caer encima de la cama. Max al darse cuenta de eso supo que había perdido. Cerró sus ojos y simplemente se dejó llevar por aquello que deseaba, porque en el fondo lo estaba deseando. Por una vez iba a quererse un poco, dejar que le quisieran porque tal vez esa iba a ser la última vez.

-Gabriel...- Dijo en un suspiro.

Solo con eso el mayor tuvo suficiente para entenderlo. Le dejo ir las muñecas para luego posar sus manos en las mejillas del menor. Por otro lado Max abrazo su espalda tímidamente y tocó su pelo. Algunas lágrimas bajaron gruesas por sus mejillas. Era igual de suave que el de su hermana.   

Al verlo llorar más profundamente dejo de besar sus labios para besar sus mejillas y ojos mojados en lágrimas. Era reconfortante. Su cuerpo quedó quieto, sintiendo el suave toque de sus labios, los cuales, en un momento preciso o simplemente cuando las lágrimas dejaron de brotar pararon.

Miraba como temblaba y su cuerpo saltaba a causa de algún que otro tic nervioso que se había quedado retenido en su cuerpo por la tensión vivida.

Estaban excitados. Gabriel observaba la posición de su cuerpo y esos profundos movimientos de abdomen y pecho al respirar. Aunque él intentaba ocultarlo. Sus ojos más que entristecidos miraban esa expresión que podría haber vuelto loco a cualquiera.

-No te vayas...- Repitió mientras lo rodeaba con sus brazos y lo abraza tierna y cerradamente. -Quédate conmigo....-

Max abrió sus ojos. No podía negar que se había rendido en ese beso. Se habría entregado si no fuera porque había parado. Porque lo amaba y eso era algo que no podía ocultar mas, ya no. Miro el techo y la imagen se volvió traslucida. Su orbe se llenó de agua y a la vez que correspondía su abrazo, acurrucó su rostro en la cabellera ajena.

-¿Vas a quedarte?- Murmuró el mas mayor con un temor infantil en sus palabras.

Era un tono que hasta el momento nunca antes había sido escuchado por el menor. El cual de alguna manera, le entristeció e hizo sentir unas ganas horribles de hacerle caso.

El silencio se hizo presente una vez mas. Max solamente pudo abrazarle con más fuerza y con todo su coraje y valor alzó su rostro para que le viera.

-Te quiero...- Susurró. Besó su frente y de nuevo le abrazo. -Te quiero...- Repitió con la voz rota, la cual, y por la emoción hizo llorar con más fuerza a Gabriel. Sonrió y besó la piel más cercana a sus labios. Era obvio que no hacía falta decir nada, se lo demostraba con cada sonrisa y roces.

***

Durmieron abrazándose, consolándose mutuamente en una calidez que no desearían olvidar nunca, pues a la mañana siguiente Max marchó.

Se entregó a la policía sin ningún tipo de resistencia. No hablo ni miro a los ojos a nadie, simplemente se dejó hacer hasta verse encerrado en la celda que había sido desde la primera puñalada para él.

Esa era su decisión, su castigo para poder redimirse. Debía de hacerlo para sentirse persona. Se sentó en la cama y apoyó su cabeza en uno de los fríos barrotes. No quería abrir su ojo, no quería empezar a mirar el único paisaje que vería durante años. Quería recordar a Gabriel. Su olor, su tacto, sus ojos...Solo esperaba que le perdonase y que pudiera seguir con su vida. Deseaba su felicidad por encima de todas las cosas.

Aunque poco sabía Max, pues su felicidad y su cordura eran él mismo.

***

Al despertar sintió frío. Sus pupilas se contrajeron al máximo.

-¿Max?- Tocó las sabanas, las cuales estaban igual de frías que él. Su corazón empezó a encogerse, empezando a ser apretado por una angustia de la cual no podría librarse hasta volver a ver esos ojos color hielo. No estaba. Se había ido.

“ “Te quiero” no significa “me quedare contigo.” ”

Gruño en dolor.

-No..no...no..¡NO!-

Pateo con fuerza una de las puertas. La reventó al instante al instante al igual que su estabilidad. Rompió la vajilla tan bien lavada días atrás por Max. Desequilibraba su estado de ánimo a medida que iba rompiendo sus cosas y perdiendo todo lo que había ganado en ese tiempo.
Sin él no era nadie. No quería  ser alguien si no estaba con él.

Sus piernas flaquearon y como un desquiciado empezó a reír entre lágrimas.

-Si me quieres.. no me dejes....-Murmuró para sí mismo.

Cerró sus ojos a la vez que se quitaba la camiseta y la olía con profundidad. Aún tenía impregnado su aroma. Ese dulce olor a jabón y a la vez que hombre. Sus ojos se llenaron en lágrimas y se abrazó a esa misma camiseta. Quería respetarle pero a la vez obligarlo a volver.

-Que alguien me ayude....- Jadeo en dolor antes de caer al piso, rindiéndose ante el mundo, dejando que se le viniera encima para que rompiera cada uno de sus huesos y todo lo que deseaba y quería.

Aunque, por supuesto no fue así. A pesar del dolor tuvo que levantarse y vestirse para ir a trabajar. Dibujo una sonrisa en su rostro. Esa sonrisa que tenía tan bien aprendida y que parecía que le pudiera abrir cualquier puerta. En verdad nadie conocía el verdadero Gabriel. Todo el mundo se dejaba llevar por su aspecto y carácter amable y amistoso. Tenían suficiente con eso.

Nadie le daba verdadera importancia a la ausencia de las cosas, pensando. “Alguien lo ha cogido porque lo debe necesitar...” Olvidándose por completo, dejándolo en las manos de alguien enfermo.

Los sonidos de bolsas y latas al chutarse eran el pan de cada día en la casa de Gabriel. Sin Max no sentía la necesidad de hacer nada.
Solo sentía una especie de reconforte al ver todo aquel desorden y suciedad llenar el piso. Ese asfixiante ambiente le hacía olvidar lo solo que estaba.

Aún conservaba la habitación del actual preso tal y como la había dejado. Su cama estaba perfectamente hecha y todo estaba limpio aunque las primeras motas de polvo empezaban a acumularse en los muebles.

A veces se quedaba allí dentro. El olor era diferente del resto el piso. Quería pensar que era el de él.

Necesitaba verle pero estaba seguro que no quería irse si lo iba a visitar. Aparte de que representaba que había sido agredido por él. ¿Quién querría ir a visitar el hombre que le había dado una paliza?

Y justamente en ese momento algo pasó por su mente.

Le iba a denunciar por esa agresión. Sabía que tal vez lo perjudicaría más, que era algo estúpido, pues probablemente no saldría nunca mas del otro lado unas rejas, del lugar que fueran, pero esa era la única manera de poder verle.

Insistiría si la policía se negaba. Se haría el loco, poniendo como argumento que por culpa de eso ahora no podía salir a la calle por el miedo, pondría la excusa que fuera necesaria para verlo una vez más.

Y así fue.

En poco tiempo la celda de Max se había convertido y etiquetado por los otros presos como la celda fantasma. Únicamente el cuerpo flaco y silencioso del chico la adornaba. Lo hacía  parecer un fantasma insonoro y triste.

Desde que había entrado en ese lugar comía lo mínimo, tampoco dormía y únicamente hacia lo que los guardias le mandaban. Tanto tiempo libre había hecho que empeorara su estado mental. Únicamente podía pensar en su pasado y el error que había cometido dejándose llevar por Gabriel. Más de una vez habían tenido que entrar a pararle por agredirse a si mismo. Su rostro volvía a estar lleno de heridas. Pocas, pues le cortaron las uñas lo mas cortas posibles. Había dejado el deporte. También había decidido quitarse la única fuente de desestrés que tenía. No se la merecía. O eso pensaba.

***

Hacía poco que había conseguido dormirse cuando escucho aquellos desagradables y resonantes pasos a la lejanía.Parecían que iban hacia su celda. Solo rogaba para que pasara de largo.

-Despierta.- Le ordenó.

Se dirigía a él.

Max intentó ignorarlo pero no fue posible, el guardia golpeó los barrotes, asustando al ojiazul y
haciendo mirarle.

-La semana que viene tienes un juicio. Gabriel Blair- le demanda por agresión física y psicológica hacia su persona. Puedes disponer de una abogado si lo deseas. La cárcel te lo buscará-

Que por supuesto tendría que pagar con dinero. Dinero que no tenía y que igualmente que lo hubiera tenido tampoco lo hubiera utilizado.

Le costó reaccionar. Gabriel lo había denunciado. ¿Por qué? No lo entendía.

-¡¿Me has escuchado?!- Grito haciéndole saltar en otro pequeño susto. Solo lo miró abriendo un poco más su ojo.

-¿Quieres un abogado para que te defienda o no?- Repitió un poco cansado.

En esa cárcel odiaban a cualquiera que tocara a los niños, fuera cual fuera el motivo.

Max negó con la cabeza. No quería que nadie le defendiera por nada.

“Tal vez ahora me odie y quiere castigarme por dejarlo..”Pensó mientras se volvía a acurrucar en ese duro colchón.
A pesar de todo podía sentir como el corazón le bombeaba con rapidez. Lo volvería a ver y eso dolía mucho, a la vez que le hacía sentir una extraña sensación de ansias.

***

El día del juicio Gabriel estaba muy nervioso. Le habían comunicado que Max no había querido disponer de ningún abogado. Aunque sabía que a pesar de que igualmente hubiera querido uno,  las probabilidades de que ganase fueran muy altas ahora superan lo que era el 99%.

De alguna manera le entristecía. Solo podía pensar que ni siquiera tenía ganas de ganar aquello. Como si lo diera todo por perdido. A la vez sentía rabia. Lo había dejado ir para que se redimiera y volviera a querer construir una nueva vida. Se sentía engañado.

Pero al  verlo cualquier sentimiento de enfado o rabia desapareció dejando espacio a la preocupación. Estaba totalmente demacrado y herido. Su cabeza se encontraba baja. Su pelo estaba más largo de lo que recordaba, el cual le tapaba parte de sus dos ojos, el bueno y el malo. Apretó los puños, no sabia que hacer para aguantar aquello. Le seguía con la mirada, casi arrastraba sus pies siguiendo con la cabeza mirando al suelo. ¿Cómo se podía encontrar en ese estado cuando aun ni había pasado un mes? Apretó sus muelas al pensar en si mismo.
Se frotó la nariz aun viendo como Max llegaba su sitio. Las lágrimas empujaban por salir al igual que aquella ansiedad.

-Sentaros.- Ordenó el juez, el juicio iba a comenzar. Pero Gabriel fue el único que siguió en pie, mirando a Max.

-Siéntese..- Murmuró su abogado. Pero Gabriel ya no escuchaba. Pestañeo, dejando caer unas primeras lágrimas. Después de aquello fue corriendo hacia él y le abrazó delante de todas las miradas. De sus amigos, los cuales le habían ido a apoyar sobre aquella agresión y el juez.

-¿Que te has hecho?- Murmuró viéndolo bien.
Max únicamente intentó apartar su rostro aunque también se derrumbo al ver como lloraba.

-¿Qué haces? Apártate..-

Intentó empujarle aunque no fue necesario. El policía le agarró y lo apartó de Gabriel. Le sacudió para aturdirlo, pues Max estaba catalogado como un criminal que podía ser potencialmente peligroso pero no puedo revisar el estado de Gabriel. Fue golpeado por el mismo con un puñetazo.

-¡No lo toques!- Gritó encolerizado tomándolo entre sus brazos.

-Maldita sea..realmente parece que vayas a romperte... Me engañaste..- Seguía susurrándole, ignorando a  todos esos ojos que únicamente estaban posando en ellos.

El juez intentaba asimilar aquello. Golpeó con fuerza el mazo en la mesa y ordenó separarlos y que todo el mundo se sentara en sus respectivas sillas. Max se dejó sentar aunque Gabriel había perdido el control.  Le tuvieron que esposar para que estuviera quieto. Con aquello todo se había desmoronado.

En el fondo el mayor lo sabía.Sabía que aquello acabaría de esa manera.

-Señor Blair ¿puede explicarme que es lo que acaba de pasar?- Preguntó el juez el cual lo había hecho levantar.

-Le necesito...- Jadeo agotado de forcejear.

El juez no podía creerse todo aquello.

-Especifique mejor. Usted había demandado a ese chico por una agresión.-

-Esa agresión nunca paso, me autolesione para que la policía creyera que se había escapado cuando en realidad lo tuve retenido en mi casa. Alzó su mirada dorada y miró directamente al juez a los ojos. Menti a la policía y libere a un preso peligroso a riesgo que pasara cualquier cosa porque enamore de él.-

Max se aceleró y escondió más su rostro, el cual se había puesto rojo. Su corazón latía con fuerza. Estaba avergonzado pero a la vez triste.

-Y si eso no es suficiente para que me manden a la cárcel. Haré lo que sea necesario para estar con Max. Lo que sea.- Dijo sin apartar ni un segundo su mirada. Aquello era una amenaza. Tal vez nunca había dicho algo tan en serio como aquello.

El juez se quedó mudo ante aquella penetrante y enloquecida mirada. Incluso Max alzó su rostro y negó con la cabeza. Se estaba negando su propia libertad.

-¡No!- Gritó el moreno.- Debes ser libre...Debes hacer tu vida...- No quería eso para Gabriel

-¡Quiero estar contigo!- Le contestó enseguida.

-¡No! No te hagas esto!- Siguió.

Deseaba que tuviera una vida digna. Era enfermero. Ayudaba muchas personas, era bueno y muy amable, el mundo lo necesitaba. Las personas lo necesitaban. Quería que ayudara a los demás y fuera tan amable con ellos como lo había sido con él. Las personas como él debían ser libres. Las personas como Max debían estar encerradas.

-¡Silencio en la sala!- Gritó una vez más el juez. -¡Todo esto es ridículo!-

Desgraciadamente en la sociedad en que vivían y vivimos no se podía hacer nada ante una amenazada por muy grave que fuera. Después de esa confesión el enfermero únicamente le redactaron una multa realmente alta y una advertencia de arresto si realmente termina por cometer un delito grave.

Max después de escuchar el resultado de aquella sentencia estaba aterrado. Sus manos empezaron a temblar y sus ojos a chispear lágrimas.

-Po...por..favor.. dej..déjeme hablar con él..- Rogó al policía que lo acompañaba.

Aquella había sido la primera vez que se había dignado a hablarles por voluntad propia, la primera vez que iniciaba una conversación en todo aquel tiempo. Tenía miedo de que realmente cometiera algún delito grave y destrozara su vida tal y como se la había destrozado él mismo.

-No me han dado órdenes de dejarte hablar con nadie.- Dijo sin mirarle, hablando con algo de asco. Después de esa escena que habían montado, aun le tenía más manía. Tiraba de él.

-Por favor..- Se paró de golpe e hizo fuerza para que dejara de llevárselo.

Sin contestarle siguió tirando de él, haciendo más fuerza, la cual devolvía mientras miraba como Gabriel se quedaba mudo ante la total ignorancia de su amenaza. Incluso el abogado le dejó plantado al sentirse burlado.

-Solo será un momento..- Murmuró tirando de él una vez más, haciéndolo retroceder. Tal vez estaba algo débil pero aun mantenía parte de esos músculos que había forjado al cabo de ese periodo de tiempo.

-¡Te he dicho que no. Avanza si no quieres hacerlo por las malas!- Dijo cabreado.

-No lo entiendes..- Siguió mirándole. Es necesario. Su mirada no estaba normal. No podía estar tranquilo, no después de ver lo que había hecho.
No necesitaba nada más, no quería arriesgarse. Su respiración se acelero, solo de imaginarse a Gabriel con un cuchillo en la mano..

-¡Déjame!- Gritó mientras conseguía que lo soltara.

Corrió hacia Gabriel y lo tomó de los hombros, haciendo que lo mirara.

-Gabriel por favor no hagas nada...- Jadeó mientras le miraba  los ojos, los cuales  mantuvo desenfocados por un momento, hasta que volvió en sí y los clavó al azul de Max. Sin contestarle tomó su nuca y mejillas y le besó apasionadamente en los labios. El chapoteo de sus labios resbalar y el choque de aires sonó en el ambiente.

-Pronto...- Murmuró mientras lo dejaba ir con suavidad.

Pero Max no le dejó. Puso sus manos encima de las de él.

-Si me quieres... no hagas nada...por favor.. no comentas el..-

No pudo terminar de hablar. El policía le golpeó con una de sus porras dejándolo medio cao. Caío en el suelo, a los pies del mismo enfermero. El policía se acercó más.

-Haz el favor de levantarte, ya llego tarde por culpa de tus mariconadas...-

Max, intentó levantarse sin rechistar pero a causa del golpe no pudo.

-Gabriel..prométemelo por favor.. tu eres...-

El policía le volvió a cortar alzándolo de golpe por el brazo, de tal forma que crujió e hizo gemir de dolor al moreno.

Para Max, Gabriel era lo único bueno que le quedaba por proteger en esa vida. Se sintió incapaz de insistir más. Estaba aturdido. Su mirada mostraba cansancio y sobretodo preocupación.

-Espera..- Murmuró el rubio. -¿Quien te ha dado permiso para tratar así a la gente?- A paso rápido fue hacia ellos y le dio un intenso puñetazo al hombre, tirándolo por el suelo y Max con él. Una vez en el suelo empezó a patearle el estómago.

-¿Cómo se siente ser al golpeado..?-- Preguntó apretando los dientes, dándole con todas sus fuerzas en esa sala que ya se encontraba vacía.

-Basta..- Murmuró el moreno desde el suelo. La cabeza le daba vueltas. Solo podía escuchar el eco de los gemidos de dolor de aquel hombre y la acelerada respiración de Gabriel. -Gabriel, por lo que mas quieras..- Fijó su vista en ellos y se empezó a levantar. Se acercó. Lo quería parar, aunque las patadas del rubio ya se habían centrado en otra parte de la anatomía de ese hombre. El rostro y la cabeza.
En la mente de Gabriel solo estaba Max, la rabia y el dolor de cómo había llegado a ese extremo. De la falta de atención de la sociedad ante las personas y la necesidad que sentía de sentirse querido por aquel chico. Solo necesitaba a Max para tapar aquel agujero que lo consumía cada día un poco más.
El rostro de aquel hombre era una masa de carne aunque no por eso había dejado de respirar.

-Déjale...- Intentó pararlo, tomándolo del brazo. -Lo estas matando...- Jadeo mirándolo totalmente horrorizado. Empezó a tirar de él. Aquello le resultaba tan familiar. Ese sonido del aire pasar por las fosas nasales y la boca, esa mirada, esa intensa rabia. Eran las mismas que las de su padre.

-¡Basta!- Su voz se desgarró al sentir como un intenso dolor se apoderó de su cabeza y sus músculos se tensaron en ahogo y ansiedad. -Tu no eres así...¡ por favor Gabriel reacciona! Abofeteó su rostro con todas sus fuerzas haciendo que parara en seco. Aunque en verdad había parado porque aquel hombre ya no se movía. Había dejado de respirar..

Max no tardó mucho en descubrirlo al seguir los ojos del rubio, los cuales  seguían clavados en aquella masa de carne que yacía en el suelo.

-No es posible...-Las piernas le flaquearon hasta el punto de quedar tumbado en el suelo. Llevó sus manos a sus cabeza y grito, grito con todas sus fuerzas. Lo estaba reviviendo. -¡¡Por qué lo has hecho?! - Grito con desespero entrando en un estado de pánico similar al de aquella vez.

En esos mismos momentos había tirado su vida por la venta y la había roto en mil pedazos y él no hizo nada al respecto. Tal y como había hecho con la suya.Volvió a gritar. Esos pensamientos lo volvían loco.

-¡Lo siento! - Gritó entre lágrimas mientras hundía sus dedos en su piel hasta tal punto que la enrojeció. En todo aquel tiempo Gabriel no movió ni un solo músculo. Su rostro estaba pálido, empapado en sudor.

Vomitó. Lo había hecho. Por él mismo, por Max, por todos. Temblaba. Escuchaba a Max gritar y llorar desconsoladamente, envuelto en un ataque de ansiedad. Tenía que ayudarle. Aun con el rostro blanco como la leche se acercó a él y lo abrazó, tomando sus manos y agarrándoselas con fuerza.

-Perdóname.. Gabriel..perdóname.. -Le miró completamente desesperado. Sentía como si él mismo hubiera destrozado su vida. -Diremos que he sido yo.. yo maté al policía.. así tu podrás irte y todo esto no habrá pasado.-Le siguió, rogando cada una de esas palabras . Quería salvarlo, esa era la única manera.

-No...- Le contesto. -Quiero estar contigo...- Murmuró mientras lo apretaba contra su pecho, dejándolo escuchar su corazón el cual aún latía desbocadamente por lo que había hecho y lo mal que se encontraba.

-Eres idiota..- Murmuró mientras empezaba a golpearlo.

-Y si no me dejan estarlo lo volveré a hacer hasta que entiendan de una vez por todas que las amenazas son de verdad y no se puede jugar con ellas.
La vida de un hombre ha sido quitada...- Siguió diciendo mientras la voz se le rompía un poco. Aquello había roto un poco sus esquemas, su forma de ser pero por Max haría lo que fuera para que volviera a sentirse persona, a ser feliz junto a él.

Hacía un buen rato que habían escuchado los gritos de Max. El repico de botas chocar rápidas contra el suelo encerado se escuchaban a lo lejos. Corrían hacia el lugar de lo sucedido. Entraron cinco policías armados . Se encontraron con la terrible escena.

Gabriel confesó al instante. Lo esposaron y llevaron a prisión.  
Al no ponerlo con Max no dudo en agredir a sus compañeros de celda y a los otros presos. Y no pararía hasta conseguir su objetivo.

Aunque cuando llego el día en que volvieron a estar juntos. Max estaba mucho peor que la última vez que se vieron. Había dejado de comer y a causa de las heridas se le había vuelto a infectar el ojo, el cual no quería que curaran.

Quería morir.

Se acercó a la cama y acarició su pelo.

-Te odio...- Murmuró el moreno al instante de verlo -Realmente debería de matarte...- Murmuró mientras una lágrima se escapaba por su marcado pómulo. Sus infantiles y bonitas facciones habían desaparecido casi por completo dejando ver un rostro lleno de huesos y pequeños arañazos.
Sufría por él.
Había matado a su familia por haberle hecho sufrir hasta un punto inimaginable  y ahora que deseaba la muerte por él, lo estaba dejando vivir.

-Matame. Si eres tu, esta bien. Siempre y cuando luego seas feliz...-

Tomo sus manos y las puso alrededor de su cuello, mirándole a horcajadas. Se encontraba arrodillado al lado de aquella cama de litera en la cual estaba tumbado el menor. Tenía que apoyar su mano en la otra parte de la cama para verlo de frente. También había empezado a llorar al verlo de esa manera. Allí no podía hacer nada para curar ese ojo, a no ser que lo pidiera.

Su piel estaba muy fría y era aun más blanca de lo que recordaba.

-¿Cómo quieres que sea feliz sin el perdón?- Murmuró aun con sus dedos alrededor de su moreno cuello.

No podía entender sus palabras. Seguía mirándolo.

-Perdóname...- Terminó por decir. Tenía que ser aquello. En verdad  no sentía pena por lo que había hecho, pues por fin podía estar a su lado pero si aquello servía para su felicidad lo diría las veces que hiciera falta.

-Idiota...-
Intento hacer fuerza con sus dedos pero la presión que ejercía para nada era mortal.
Estaba débil y a parte lo amaba demasiado como para poder matarlo, a él no podría.

Nunca.

-Necesito tu perdón...-Aclaro en un débil hilo de voz. -Por hacer que quisieras estar aquí dentro, por quitarte tu libertad, ¡por convertirte en un asesino..!- Intentó gritar pero la voz no le salía.

Tenía un inmenso nudo que parecía que iba a ahogarlo en cualquier instante. Sus manos temblaban y seguía apretando aquel cuello tan caliente y suave.

-No pediré perdón por enamorarme de ti..- Le costaba un poco respiraba pero su mirada seguía siendo la misma. -Lo volveré a hacer las veces que haga falta. Tu eres el único que puede llenar mi alma por completo y siempre te estaré agradecido por ello.- Empujó un poco su cuerpo hacia la cama y encima de él, haciendo que las manos del contrario se deslizaran hacia su pecho.
Quedaron uno encima del otro. Gabriel no dudo en abrazarlo.

-No es excusa..- Jadeo Max, sintiéndose atrapado y a la vez cálido. Se retorció en un extraño dolor del cual parecía no querer soltarse. Necesitaba aquel cuerpo tanto como Gabriel el de él pero no se sentía merecedor de ese amor ni nada pero el peso de ese sentimiento era mucho más fuerte que cualquier otro, era el mismo que había impedido matarle y el mismo que lo mantenía con vida. Sus dedos rozaban su pecho, envuelto en esa camiseta de preso. Le había echado tanto de menos, le necesitaba tanto..

Te dije que cuidaría de ti...- Susurró el rubio.

-Gabriel...-

Jadeó sintiendo como de nuevo se deslizaba y caía en sus redes. Sus manos y brazos le rodearon completando aquel abrazo hasta un punto en el que sus esencias volvieron a entremezclar para no separarse nunca más, fuera donde fuera que estuviesen.


FIN. (al abierto.)

Nota 2: Enhorabuena si has llegado hasta aquí y muchas gracias. Te agradeceré cualquier tipo de comentario siempre que sea instructivo y no destructivo. Espero tener un poco mas activo este blog de aquí en adelante. Nos leemos :3.

2 comentarios:

  1. ¡Me encaanta! No te voy a engañar, me hiciste sufrir un par de veces. ¡Pero me dejaste completamente prendada!
    Felicidades, nena, tu historia se ha hecho un importante hueco en Mis Favoritos.

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  2. Simplemente fantástica, me parece una historia preciosa, a pesar de que sea tan sufrida, es una historia de amor preciosa; para mi es un 10 ;)

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